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Pel Camín

La marcha económica del país

El aumento de la mendicidad que se detecta en las calles

Vaya por delante que la cuestión de marras afecta a todo el territorio español y sus aledaños. Pero en Mieres se vive con bastante generosidad. Mientras tanto las fuentes oficiales y no tan oficiales señalan el crecimiento económico de este país que, el gobierno de turno, explota y saca renta favorable. Ante esta situación es obvio que aumente la mendicidad de norte a sur y de este a oeste. Y para muestra, invito a un paseo.

Váyase usted un domingo por la mañana a visitar el mercadillo semanal en torno a la Plaza del Mercao de Mieres. Yo lo hago con cierta frecuencia y en uno de estos últimos festivos tuve la curiosidad de detenerme en los detalles que aparecían como setas en un tramo de la calle Palacio Valdés, no mucho más allá de unos cien metros. Ya en la esquina presencio el intento de un buen puñado de paseantes que se detienen ante el vendedor de la ONCE, esperando poder tentar a la suerte para mejorar un poco el condumio doméstico después del fiasco de la lotería navideña y a la espera de la generosidad del "Niño". Unos metros más allá, al pasar frente al restaurante La Violeta, una señorina de poco más de un metro de altura, me dice que si le compro un mechero. Le digo que no fumo e insiste y no me queda más remedio que meter la mano en el bolsillo y entregarle un euro. Eso sí, le dejo también el mechero, porque tengo unos cuantos en el coche, "adquiridos por el mismo método".

De pronto aparece un señor bien vestido y muy educado ofreciendo rifas a favor de una asociación de parados. Le compro un par de papeletas y cuando el ya no está, las rompo y arrojo a la papelera más cercana. De pronto se forma una especie de revuelo y los cinco o seis "top mantas", capitaneados por negritos del África, que ofrecen su producto de calzado, ropa y demás, recogen velozmente la mercancía y se van volando al igual que palomas mensajeras en busca de mejor refugio. Y es que en el horizonte cercano se divisan las gorras de plato de dos agentes de la Policía Local que, como es lógico, vigilan el cotarro, dado que normalmente, estos vendedores no cuenta con el correspondiente permiso.

A punto de enlazar con la cancha del auditorio del parque Jovellanos, me encuentro con una escena, para mi dolorosa. Un pobre - al menos en apariencia - hombre sentado en el suelo, con un frío glacial, "exhibe" una especie de sábana vertical en la que expone sus cuitas, sus carencias, la familia e hijos que tiene, y la incapacidad de poder darles de comer. La escena me provoca una revolución interior, meto la mano en el bolsillo y otra dádiva que se va. Por cierto, no es la última. Antes de arribar al final de la cancha, aún me vienen unos pequeñuelos con paquete de rifas para no se qué actividad escolar. Y como prácticamente se me acabó el presupuesto de vinos de la mañana de un domingo, pongo rumbo a casa rumiando la situación.

Porque, ¡vamos a ver! Parece muy cierto que algunos pedigüeños que uno se encuentra en la calle forman parte de un clan familiar o una operación mafiosa que les obliga a llevar diariamente la "cuota" a través de la mendicidad, pero uno tiene la impresión de que existen otras muchas gentes obligadas a ese "oficio" por pura necesidad de una situación apremiante. Porque uno da por bueno eso de que efectivamente mejora la economía española, pero convencido estoy de que resulta un hecho evidente de que es para que "algunos se hagan más ricos (sobre todo los que meten mano ilegal al saco), y otros muchos más pobres". Así que, tras mi paseo dominical, aplico aquello que Cristo dijo en cierta ocasión: "que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha". O al revés. Y todo a la espera de que el 2018 sea más benévolo que el presente.

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