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Velando el fuego

Coleccionistas

Los recuerdos que le asaltan a uno tras visitar la feria del coleccionismo que se celebró en Langreo

Todos recordamos ese primer momento de gloria, o de decepción: el primer beso a hurtadillas, el primer premio en forma de sorpresa, el primer gol (hace pocos días que mi nieto Pelayo lo marcó para su equipo: el prebenjamín del Eulalia Langreo, y aún lleva la inmensa alegría repartida por todo el rostro), o también esa primera contrariedad que sirve para alertarnos de que la vida, a veces, se parece a un espejo roto.

Cuando esta semana entraba en la feria del coleccionismo de Langreo, instalada al lado de la estación de autobuses de La Felguera, no pude menos que pensar en un gato de pelaje grisáceo, apodado "Pocholo", y que allí en Valladolid -de eso hace ya más de medio siglo- se empeñó en lanzar por la ventana una parte importante de mis sueños de coleccionista. Nada de sellos, tarjetas postales, puros, tebeos, monedas, cajas de cerillas o cualquiera de esos objetos por los que se pelean quienes se dedican a crear un mundo particular en el que quizás haya una mezcla de curiosidad y de pulsiones insatisfechas. Lo mío era, sin saberlo -mis escasos diez años no me habían permitido aún muchas lecturas-, un homenaje a la dulce libertad, como después me enteré que la había bautizado Cicerón: "Oh, dulce nombre de libertad". Pues, casi sin darme cuenta, me había aprovisionado de un contenido numeroso de caramelos, que, una vez deglutidos con entera satisfacción, dejaban su envoltura en mis manos. De modo que aquellos papeles que daban nombre a las fábricas de donde procedía ese alimento divino, se fueron acumulando por cajones y otros lugares hasta formar un conjunto de considerable importancia (al menos los ojos del niño brillaban de orgullo cada vez que se fijaban en las cada vez más numerosas filas). Unas veces alisaba los papeles con la mano, sin que en otras ocasiones faltara la plancha para ajustar los pliegues de los más rebeldes. Pero, en todo caso, nadie me hubiera podido discutir el mimo con el que cuidaba mi arqueología particular.

Mas como a veces la mala suerte (o mejor la ingenuidad, en este caso) se empeña en visitarnos, he aquí que una tarde en la que los había colocado en la parte de afuera de la ventana, para que también ellos disfrutaran del sol que se había desplegado por todo Pucela, el gato Pocholo -nunca sabré si por envidia a las envolturas de ambrosía o porque él también se consideraba con derecho a bañarse en el oro de la tarde- posó sus patas en los papeles haciéndolos volar.

Mientras entraba en la estación de autobuses, aún tuve tiempo de viajar hacia atrás, para reencontrarme con mi niñez y con aquella inesperada lluvia de papeles que flotaban por el aire y por los tejados de una ciudad como Valladolid, que alimentó algunos de los mejores sueños de un niño de pantalones cortos. Ya dentro del recinto, pude admirar las distintas muestras: juguetes, postales, sellos discos, cajas de cerillas... que mostraban los más de 20 expositores que habían acudido a la cita. Y como en cualquier lugar nos podemos encontrar con un manantial de sorpresas, gracias a Alejandro Silgado me enteré de la historia de unos muñecos, los bebés reborn, que se exhibían en la feria. Suelen ser unos muñecos (o muñecas) que en muchos casos se confunden con bebés reales. Curiosamente, el reborning no es una moda nueva, sino que existe desde hace ya más de 60 años, cuando en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, algunas madres crearon bebés confeccionados con materiales de aspecto realista para paliar la falta de recursos de poder tener un bebé real.

Precisamente uno de esos expositores, Alejandro Silgado, langreano muy conocido y que cuenta con una de las mejores colecciones: bastantes más de 50.000 tebeos, el primer pin de la copa de Europa del Real Madrid o la colección de Diego Valor, la primera seria radiofónica de tebeos, de los años 50, entre tantas otras que se podrían citar, tiene previsto presentar dentro de unos meses una ambiciosa exposición dedicada al mundo del cine. Y sin duda que merecerá la pena estar al tanto.

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