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Dando la lata

¡Oh, Señor!

"Space Cowboys" es una película más aparente que buena, la historia de unos astronautas ancianos embarcados en una misión espacial para salvar la Tierra. Una americanada de órdago con un instante memorable: cuando va a despegar el cohete James Garner dice: "¡Oh, Señor!, no permitas que la caguemos". No conozco plegaria más atinada. La tarde del penúltimo día de 2017 me hallaba entre bastidores del auditorio de la Casa de Cultura porque, con nocturnidad y alevosía, me endosaron la representación de este periódico en el homenaje a Vicente Díaz. Y allí estaba yo, boca seca y tensión por encima de 16, aguardando la llamada para salir al escenario. ¿Y qué digo? La intervención que tenía pensada se me iba y se me venía producto de los nervios. Porque uno no está hecho para estos líos. Y cuanto más viejo me hago, más a gusto me encuentro en el tú a tú, y más me inquieta ponerme cara al público. Si continúo así, acabaré pasando a la clandestinidad. A lo que iba, que rumiaba el discurso cuando me asaltó una preocupación enorme: a que me confundo y en vez de Vicente Díaz digo Vicente Fernández. Y se me fijó en la cabeza la imagen del cantante mejicano, con su bigotón y un sombrero gigantesco. "Oh Señor, no permitas que la cague" repetí varias veces, intentando borrar las rancheras de mi disco duro musical. Salió Aníbal y le sonó el móvil en el escenario. Uf, esto promete. Cantaron unos cuantos y habló Facundo, que resolvió con eficacia. Llega mi turno. Abrocho la chaqueta. Desabrocho la chaqueta. No vaya a ser que el botón salga disparado como un perdigón. La ropa cada vez mengua más. Y camina normal, no te vayas a parecer a Rajoy con los brazos de palo. Ya. La garganta como papel de lija. El patio de butacas lleno. Cámaras de televisión. Un calor aplastante. Una gota de sudor recorre la espalda. Michel, el presentador, me espera al otro extremo del escenario. Allá voy. Me dijeron que no la cagué. Porque tampoco tengo muy claro qué fue lo que dije. Eso sí; fui breve. Brevísimo. Pero, afortunadamente, no felicité a Vicente Fernández. ¡Qué respiro! De verdad, esto no es lo mío.

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