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A contracorriente

Hermana muerte

La huella dejada por el músico Roberto Álvarez y por los sacerdotes Rogelio Rodríguez y Gerardo Prieto

En este tiempo navideño acaecieron tres muertes muy sentidas en el concejo de Laviana. Tres óbitos que marcaron el sentir de una población sujeta a su estilo solidario y a responder ante situaciones límite. Roberto Álvarez un hombre joven y amante de la música con mayúsculas, se fue al más allá envuelto en la aureola de los héroes que fallecen a temprana edad. Profesional de la Orquesta Sinfónica de Asturias en calidad de trompa, su instrumento del alma y todo un referente en esta estupenda agrupación musical. Directores, gerente y compañeros alabaron la figura de Roberto como un músico comprometido con su trabajo y un excelente trompista que sin duda alguna dejará un enorme vacío en el devenir de la orquesta, así como en el conservatorio de Oviedo. Su funeral sirvió para reflejar la querencia de sus compañeros y del pueblo de Laviana. Comitiva con banda de música y piezas clásicas para tributar un homenaje sentido hacia un joven que dejó el camino en el momento más idóneo de su intensa vida profesional. Mucha tristeza y toda una sinrazón ante un fallecimiento inexplicable y absurdo. La vida es así y la muerte mucho más.

Y la hermana muerte como señalan los textos bíblicos y apunta con frecuencia el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, se llevó a ese territorio desconocido pero cargado de luz, amor y resurrección a dos sacerdotes muy queridos en el municipio lavianés. Don Rogelio Rodríguez y Don Gerardo Prieto Díez de Dios, curas de edad provecta que cumplieron su labor pastoral en El Condado y Pola de Laviana respectivamente durante unos cuarenta años y que dejaron impronta entre sus parroquianos por su buen hacer en su cometido.

Tengo buenos recuerdos de estos dos sacerdotes, ambos de la provincia de León, pero que se adaptaron como nativos en su parcela pastoral y recibieron la simpatía de sus feligreses y el afecto intenso por su trabajo eclesiástico y su manera de afrontar la vida diaria y sus problemas. Y Don Gerardo, aparte de óptimo sacerdote, fue todo un relaciones públicas y un hacedor de viajes parroquiales por todo el orbe. Todavía sus feligreses recuerdan sus periplos por Argentina, Brasil, Alemania, Rusia o Francia...y sus perfectas orientaciones para conocer más cerca los itinerarios, la idiosincrasia popular y el propio país. Gran orador y extenso en sus homilías dejó huella indeleble en su parroquia de Pola. Lo mismo que su colega el presbítero Don Rogelio. Unas navidades envueltas en tres muertes próximas que causaron hondo pesar y mucha resignación en el concejo de Laviana, tierra abierta, animada y adherida en tiempos de tristeza y duelo. Para los tres, que la gloria sea su territorio y que en ese lugar bíblico y lejano disfruten como personas de bien su ganada eternidad.

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