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Desde mi atalaya turonesa

Alerta Turón

El abandono del medio rural del valle mierense y el aumento del peligro de incendios en la zona

"La explosión de una bomba de diez megatones a una altura de 2.000 metros por encima de Trafalgar Square arrasaría totalmente Londres, quedando su centro reducido a polvo y escombro. Surgiría una columna de llamas de kilómetro y medio de altura y treinta y dos kilómetros de ancho; soplarían vientos de fuerza huracanada, estallarían las cañerías de gas, los depósitos y surtidores de gasolina? todos los caminos posibles de huida se verían bloqueados por vehículos destrozados y edificios derruidos?"

Este párrafo encierra algunos datos de los manuales del Ministerio Británico del Interior sobre Defensa Civil de los que sucedería si un artefacto de aquella naturaleza estallara sobre la ciudad del Támesis. La descripción completa del documento se hizo ante una conferencia de la Federación Mundial de Higiene Mental celebrada en París en 1961. En el valle de Turón concurren una serie de parámetros que, cual si de una espada de Damocles se tratara, podría desencadenar una tragedia de consecuencias insospechadas. Evidentemente, sobre nuestro valle no va a caer una bomba de las características apuntadas ni de ningún otro tipo. Empero, queremos llamar la atención de los efectos devastadores del fuego que pueden producir los mismos resultados que una bomba, para cuya propagación se dan condiciones muy favorables.

Causa verdadero espanto el observar cómo en un territorio, que hasta hace algunos decenios era uno de los enclaves industriales más relevantes de la región, se va degradando año tras de año sin que nadie, absolutamente nadie, ponga remedio a tal desastre. Una de las consecuencias del continuado abandono es el aumento desmesurado de la vegetación que aflora por doquier. En otro tiempo, cuando las explotaciones carboníferas estaban en pleno auge, la tala de importantes masas forestales, necesarias para la salida de los carbones, ponía freno al imparable empuje de la naturaleza, que impone su ley de manera implacable si no se ejerce sobre ella el control periódico correspondiente.

Viene todo esto a cuento porque en muchos lugares de nuestro valle el bosque ya ha extendido sus dominios hasta el propio río estrechándolo y llegando a ocultarlo en algunas ocasiones. Hasta tal punto le ha ganado terreno al río que en algunos tramos se pueden ver en árboles de elevada altura cuyas ramas sin vida son como sarmientos secos que hace tiempo debieran de haberse sido cortados por la raíz para evitar males mayores. Estos signos indican a las claras, como vivo ejemplo, como señal inequívoca, como estampa permanente, el abandono y la miseria que han vertido sobre nuestra tierra. El resultado es que estos troncos muertos por la inexorable acción de los agentes atmosféricos acaban por derrumbarse depositándose sobre el mismo cauce con el consiguiente peligro potencial. Pensemos en un año de lluvias persistentes que, como todos sabemos, llega cada cierto período de tiempo y cuando menos lo esperamos, a pesar de todas las predicciones meteorológicas, en que el río puede cerrarse por algún punto de su recorrido a causa de esos troncos atravesados en su cauce, produciendo inundaciones inesperadas e indeseadas.

Urge, en primer lugar, que las administraciones competentes procedan a la limpieza del río, vale decir, a la tala de la gran cantidad de arbustos que nacen sobre el mismo río, eliminando los árboles que no sean necesarios. Estas líneas no fueron escritas, en realidad, para alertar sobre los efectos catastróficos de una posible riada aunque el riesgo existe como hemos visto. El motivo fue otro, ya soslayado más atrás, que también está relacionado con las consecuencias de esa invasión incontrolada de la naturaleza, que se manifiesta por todas partes como un peligro potencial que pende sobre nuestras cabezas. Vamos a poner un ejemplo de esta acometida continua: desde algunas casas de La Felguera hasta hace poco tiempo y durante siempre, lanzando una visual hacia las escuelas de Villapendi se veía la que conocíamos como la "casa de la merenga", situada al lado de "La ribaya" que es una especie de precipicio situado entre el citado pueblo y la caja de la antigua "Vía Estrecha". Pues bien, esa casa que está deshabitada, ahora ha quedado oculta por la vegetación. Es urgente, repetimos, la corta de toda esa arboleda en muchos lugares de nuestro Valle.

La maleza impera por doquier. No se desbroza nada desde hace años, exceptuando los márgenes de la carretera en la víspera de las fiestas patronales por aquello de "el qué dirán" los forasteros que se acerquen a Turón en esos días tan señalados. Hay un exceso de vegetación por todas partes. ¿Por qué se ha llegado a esa situación?. Aquí no hay que aplicar el teorema de Gauss para explicarlo. Es más sencillo. La falta de creación de una industria alternativa al cierre de las minas facilitó la huida de la población en busca de más claros horizontes. Como consecuencia de esta regresión demográfica, también se fueron abandonando las labores del campo y lo que eran zonas de pasto hace algunos años, ahora forma parte de un bosque que crece sin cesar. Muchos caminos ancestrales se encuentran sin desbrozar desde tiempo atrás lo que propicia una exuberante vegetación a diestro y siniestro. Abandono general es el que se respira, no importa el lugar hacia el que dirijamos la mirada. Los que amamos esta tierra vemos con suma preocupación lo que puede ocurrir dentro de la etapa otoño-invernal cuando después de unos días de sequía continuada comienza a soplar con fuerza viento racheado del suroeste. Entonces, una pequeña chispa sobre el sotobosque convertido en yesca provocaría en cuestión de pocas horas llamaradas de gigantescas proporciones.

No queremos que cualquier día nos ocurra lo que sucedió en 1899, cuando un voraz incendio asoló el Valle como consecuencia de una pertinaz sequía. El fuego se inició el siete de febrero sobre las diez de la mañana en unas casas de L'Habaneru (José Suárez Fernández de Villabazal) propagándose a los montes con tal rapidez que, en apenas veinticuatro horas, había recorrido cerca de cuatro leguas. Al parecer, era tal la fuerza del viento, que los tizones pasaban de una ladera a otra destrozando una parte sustanciosa del arbolado y desapareciendo gran número de cabezas de ganado. No hubo desgracias personales pero las pérdidas materiales fueron incalculables ya que se destruyeron multitud de casas y establos en aquella fatídica jornada.

No obstante, las escenas dramáticas fueron abundantes como ocurrió en el caserío de Cotarente donde la familia de "tíu Perico" tuvo que sacar los enseres de la casa y a su hija "Gelina", niña de pocos meses, que depositada en una "banastra" fue protegida en un maizal cercano, pues la vivienda y el hórreo acabarían por ser pasto de las llamas. Todavía, en la actualidad, se pueden ver las huellas de tal desastre en pueblos como Fresneo por el aspecto rojizo que ostentan las piedras de las paredes de algunas casas. Estamos aún a tiempo de evitar que esto o algo peor ocurra porque para Turón hay algunos que no quieren nada; otros aún peor. Se hizo saber a los que están en condiciones de solucionarlo, la posibilidad de vaciar varias montañas de estériles que afean nuestro territorio( Sarabia, Escribana, El Fabar y La Vegona) pero miraron hacia otro lado; en cambio, llevan a cabo una reforestación para luego convertir esa masa vegetal en biomasa que venderán a determinadas centrales eléctricas.

Nuestro valle se puede asimilar a un moribundo al que aún se le siguen extrayendo las últimas gotas de sangre con la finalidad exclusiva de especular con ellas. El desafecto con Turón es un suma y sigue que viene de lejos. Todas las administraciones habidas y por haber, desde algunas décadas atrás, se han desentendido de las necesidades de nuestro valle. Con el paso del tiempo y, ante la reiterada inacción de aquellas, el problema se ha ido agigantando y cada vez resulta más difícil darle una respuesta adecuada. Por eso se ha tomado la determinación más sencilla que es olvidarse de que el valle de Turón existe, lo cual ya es demasiado grave. Volviendo a la solución de la cuestión, en el Valle es necesaria, en primer lugar, una tala general -hoy en día hay que talar, no reforestar- perfectamente meditada y calculada, de toda la espesura a lo largo del curso del río y aledaños desde Figaredo hasta Urbiés.

Emplacemos, pues, a las administraciones pertinentes a que estudien con detenimiento este asunto para que se apliquen una rápida y eficaz solución en la dirección adecuada. No vaya a ocurrir que, luego, sea demasiado tarde y tengamos que lamentar, no solo daños materiales sino también la pérdida de vidas humanas que, en último caso, es lo que verdaderamente cuenta.

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