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Vicente Montes

El callejón de Hunosa

Complicado es el futuro de las explotaciones de carbón de Hunosa, por mucho que se pida al ministro de Energía que pelee lo suficiente en Europa, o que se crea que todo se resuelve haciendo fuerza colectiva. El planteamiento que Álvaro Nadal dijo anteayer en Asturias es que quizás cabe discutir una fórmula para que las empresas mineras que deben devolver ayudas europeas puedan permanecer abiertas sin tener que hacerlo. Pero, ojo, sin seguir recibiéndolas. Ese escenario excluye a la emblemática hullera asturiana, que en su balance contable del último ejercicio arrojaba unas pérdidas de 46,5 millones de euros, una inyección extra del Estado de 2,2 millones, afrontó unos pagos por compromisos sociales de 250 millones y sólo pudo exhibir una cifra de negocio (ventas de carbón y energía) que apenas llegó a 35,8 millones. Todo ello con una plantilla de menos de 1.300 trabajadores.

Hunosa afronta este año una fecha crucial, con una extinción que por anunciada a nadie debería pillar por sorpresa. La Unión Europea marcó el tope de 2018 ya hace tiempo, el gobierno central lo bendijo y la respuesta de los sindicatos parece llegar ahora. Se da la circunstancia, además, de que el sindicato que más fuerza ha exhibido para intervenir en el futuro de Hunosa, el SOMA, se encuentra ahora en una situación paradójica, en una tierra de nadie espectral tras sus discrepancias con UGT que podrían acabar dejándolo fuera de la central históricamente socialista.

El carbón está en una encrucijada. A la puntilla que establece Europa se suma la pretensión de acelerar el cierre de las térmicas. Aunque esta medida no afecta al mineral asturiano, el gobierno regional ha señalado las consecuencias que podría tener para la región, por el cierre de centrales, el impacto sobre El Musel y el incremento del precio de la electricidad a la industria asturiana. Fiar la solución futura a que aparezca un método de captura de dióxido de carbono es aventurado: en cualquier caso, el coste de ese sistema podría hacer inviables los costes de generación de las térmicas, que ahora mismo, pese a las prisas de algunos, cumplen con los criterios fijados de emisiones.

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