Probablemente más de un millón de niños hayan escrito a los Reyes Magos. Y otro número superior fueron los adultos que escribieron por los pequeños y por ellos mismos, porque ellos son creyentes de tal tradición y esperan al menos un detalle esa noche del cinco al seis de enero. Pero los Magos son muy listos y añadiría que inteligentes.
Y así ocurrió, porque poca gente o ninguno se le había ocurrido lo que más falta necesitábamos los de este planeta: que lloviese y que nevase. Y sí que nevó a porrillo y hasta los Reyes se pasaron, creo yo modestamente, dejando fuera de su casa a un montón de familias, con niños incluidos, dentro de su coche. Muchos sin cadenas para sus ruedas y en gran porcentaje sin saber ponerlas. Vamos, un desastre completo, sin que haya sido un castigo por haberse portado mal.
Atasco que se mantuvo entre doce a quince horas sin poder salir de él. Personas con apuros fisiológicos, sin comida ni bebida y otros con depósitos de combustible al mínimo, con lo cual andaban arrancando y parando para poder calentar el habitáculo.
Los que tuvieron más suerte pudieron arrimarse a un pueblo en el encontraron cobijo, gracias a los lugareños que con gran generosidad abrieron sus puertas y les proporcionaron hasta comestibles.
La UME, la Guardia Civil y miembros de la Cruz Roja hicieron más de lo que pudieron, luchando como leones para ir sacando coche a coche de aquel atasco. Para ellos también fue un noche de Reyes 2018 inolvidable.
Al fin todos en casa. Un día que grandes y pequeños recordarán sin haber escrito carta alguna a los Reyes Magos.