La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tribuna

En memoria de Lorenzo Gallardo

La trágica muerte del picador mierense en una barricada hace veinte años

Con motivo del vigésimo aniversario de aquellos hechos Comisiones Obreras recordó públicamente, con todo honor y merecimiento, a un compañero que se nos fue muy pronto y de una forma especialmente trágica: Lorenzo Gallardo.

En plenas negociaciones por el Convenio y por la continuidad de la minería, en 1998, se procedía a cortar el tráfico en la Autovía (acción siempre dura y compleja aunque quienes la coordinaban eran compañeros avezados en esas lides) cuando un conductor arrolló a Lorenzo causándole la muerte.

Sobra decir que la desolación recorrió las Cuencas como un gélido escalofrío. Algunos, como es mi caso, no conocimos a Lorenzo o no le tratamos en profundidad pero sin embargo sentimos aquella muerte como propia... como si de un familiar nuestro se tratase.

Lo que vino después fue una manifestación de dolor, de sobriedad, de ira contenida y una demostración de la disciplina y la prudencia con que las organizaciones sindicales vertebraron a las Cuencas mineras durante décadas canalizando lo que pudo ser, si la tensión se hubiera desatado, una verdadera explosión popular... un levantamiento. Pero no fue así. Recuerdo como si fuera hoy el silencio al paso del féretro. Los ramos de flores y coronas eran un elemento cromático que acompasaba aquél silencio espeso, brusco, pesado... Las cúpulas sindicales venidas de Madrid parecían sobrecogidas ante la madurez y el arrojo de las gentes de las Cuencas. La consigna de aquél respetuoso y casi reverente silencio se cumplió como cumplen los mineros con su tarea: a rajatabla. Dicho mutismo era solamente interrumpido por algún conato de aplauso.

No había desde Santullano hasta Santa Cruz donde meter ni una bicicleta. Yo -lo digo a título de anécdota- dejé el coche tirado en una cuneta para poder llegar hasta el centro urbano de Ujo. Lo cierto es que sabíamos, estoy seguro de que los propios mandos policiales eran conscientes de ello, que apenas se acabara el sepelio y el compañero recibiera sepultura saldríamos de nuevo a la lucha. Se cortaría de nuevo la Autovía. Se correría delante de los guardias ( o incluso detrás)... pero también se sabía que pasadas 48 horas los negociadores volverían a sentarse y la rutina volvería a ser la que era salvo en el hogar de Lorenzo ( y a riesgo de no ser comprendido quiero decir aquí que seguramente tampoco la vida sería igual desde entonces para el automovilista que le arrolló). Luego, transcurrido el tiempo, llegaron los abogados y los juicios, la impresentable y ofensiva actuación de la Delegación del Gobierno, y la caída de las hojas en el calendario.

Así es la historia de nuestros territorios, como decía la balada "con una mano en la peseta y otra en el detonador", pero lo que quedó claro hace veinte años es que la gente de las Cuencas éramos una familia y que en esa familia minera cuando tocan a uno nos tocan a todos. Al menos, así era hace veinte años.

Compartir el artículo

stats