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Archivero de la Catedral

Monsacro: Cámara Santa (y IV)

La ancestral unión entre el Monte Sacro y la Catedral de Oviedo

La palabra "Monsacro" trae para mi regustos de miel a los labios, resonancias de ecos de ancestralidad, esencias tangibles de hermosuras y estéticas de siglos, aromas de lejanas quintaesencias en pomos de arcaicos olores, que desbordan monte abajo al encuentro del peregrino que avanza impertérrito hacia cimas de rocas a la vista inaccesibles, cual aves que buscan la nidada, cual menestral que pastorea rebaños de toros y de vacas en los " mayaos de les Capilles", panoramas emergiendo de la neblina de la amanecida, para éxtasis de los ojos del alma.

Monsacro quiere decir para nosotros los creyentes cristianos el Monte de la Sacralidad substancial, el Sagrado Monte, la Sacra Montaña, que, como con un hilo invisible, une la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo con este reducto de lugar sacrosanto.

El Templo de Jerusalén cobijaba el "Sancta Sanctorum", en que solamente entraban los sacerdotes a rendir culto al Dios Altísimo. La ovetense Catedral, la "Sancta Ovetensis", acoge en su intimidad nuestro peculiar "Sancta Sanctorum", que es la Cámara Santa, el Tesoro más rico de Santas Reliquias, que albergara ningún otro templo en toda la Cristiandad. El Monsacro, dio acogida en lejanos días a las Reliquias Santas, que el Venerable y Santo Obispo Toribio de Astorga, depositó, con la más exquisita y acendrada devoción, las Reliquias Venerandas que de Jerusalén aportara, ocultándolas para evitar su profanación, en el pozo que de él heredó nombre, el nombrado "Pozo de Santo Toribio", al cuidado e inmarcesible fervor de devoción del "Ermitaño", que cariñosamente ante ellas rendía a Dios culto y veneración.

Al Monsacro de ancestralidades de religiosidad la más depurada, quiso el Astur Rey, transido de santidad, el Segundo de los Alfonsos, el dicho Casto, en una soleada mañana del mes que podría decirse de Nisán, ascender peregrino a la Sacra Montaña, al Monsagro de venerandas tradiciones, quiso, digo, ascender, peregrino, acompañado de esplendente comitiva de obispos, de abades y de magnates de su Corte, para embeberse de felicidad y de ternura, recogiendo amorosamente en apretado abrazo, las venerables Reliquias Santas, que, transido de devoción, allí en sacrosanta veneración Santo Toribio depositara.

Era Obispo de Oviedo Don Ponce y, allegados a la Santa Cámara, entre luminosidades y el fragor de relámpagos y truenos, nadie fue capaz de abrir el Arca Santa, que tan preciado Tesoro de Santas Reliquias custodiaba.

Un siglo y más habría de transcurrir, para que otro ovetense Obispo, Don Arias, un 13 de Marzo, año del Señor de 1075, celebración de la Muerte del Señor, Viernes Santo, ante el leonés Rey Don Alfonso VI, presente el Cid Campeador, hechos rituales ayunos y penitencias sin fin, sin forzar nada la tapa de la Santa Arca, casi sin tocarla, suavemente, delicadamente, dulcemente, quedó patente y manifiesto el Sacro Tesoro, que albergaba, con tantas Santas Reliquias, que "solo y únicamente Dios alcanzaría a contarlas".

Monsacro, la Sacra y Santa Montaña, la Cámara Santa, un Arca Santa en patencias indubitables, ambas realidades estrechamente vinculadas para siempre y para perennidad: Cámara Santa-Monsacro.

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