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Dando la lata

Poseidón

Llevaba un tiempo apartado, pero hoy no pude resistirme: volví a engancharme al culebrón Puigdemont, al que una señora simpatiquísima llama "Poseidón". "Ay, fíu, tiene un nombre tan raro que prefiero llamarlo así". Pues me parece muy bien. Además, en la peli, el transatlántico Poseidón se hundía cabeza abajo por culpa de una ola enorme. Hay similitudes entre ambos poseidones. Bueno, pues hoy me puse al día. Vaya tela. Parece increíble que pueda llegarse a tal grado de surrealismo. Es más, no disponemos de normativa específica para afrontar semejante chifladura.

En los últimos capítulos, la trama se concentra en unos mensajes de móvil, que si son ciertos, que si son una trampa, que si los mando para que pique la prensa española pero digo que me los robaron vilmente. Un sinvivir. Pero es que me entero de que corrieron los rumores de que el fugado podría intentar colarse en España y llegar al parlamento catalán oculto en el maletero de un coche, a través de las alcantarillas o vestido de lagarterana. Pero antes, lo que se pretendía era una investidura virtual, o sea, sin invistiendo al que investir.

Y ahora, la trama va hacia una presidencia de carácter simbólico, para que el bruselino no se sienta solo en medio de la bruma centroeuropea. Qué culebrón. Ni Falcon Crest, donde, si hacía falta, los personajes resucitaban para continuar haciendo maldades. La política catalana ya ha rebasado con creces todos los límites de la lógica, del sentido común. No hay día que no tengamos una vuelta de tuerca más a este guión improvisado y enloquecido. Y como en los buenos culebrones, no hay quien pueda anticipar el final. Comenzando porque es perfectamente posible que no lo haya. Podemos estar así por los siglos de los siglos. Porque el ser humano, puesto a hacer el majadero, puede hacerlo indefinidamente. Aunque ello perjudique a terceros inocentes.

Y es que, si se dan cuenta, la actualidad es monotemática y obsesiva. Se nos pasó la preocupación por el islamismo radical. Lo que hace Trump nos importa un bledo. De los cayucos y las pateras ya no queremos saber nada. La avalancha de desahucios dejaron de ser noticia. Ahora, como tontos, a ver por dónde sale hoy Poseidón.

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