Dicen, hablan, que en España hay más gordos que flacos. Es decir, que nos extralimitamos en el arte de comer. Como cosa curiosa, hoy leo en la prensa que en las residencias de la tercera edad escasea la comida. Pienso que no en todas, lógicamente, por que en bastantes los ancianos llegan a edades longevas y son tratados con cariño y sana alimentación e higiene. Así que algo falla en la información que nos llega.
Volviendo al inicio, ahora, repito, dicen que debemos restringir parte de nuestra alimentación. Nos prohíben la sal, el azúcar y que se yo cuántas cosas más que están en el mercado. Afirman que el tomate en lata tiene azúcar, el pan, la bollería en general. Y que todos estos aditamentos van a ir suprimiéndose poco a poco, a base de porcentajes año tras año. Ya, desde hace tiempo, la cuestión del azúcar venía suprimiéndose, porque a la vista estaba como se cerraban fábricas de azúcar, que antes veíamos con frecuencia al pasar por nuestras carreteras, hoy verdaderas chatarrerías oxidadadas sin uso de ningún tipo.
El azúcar lo echaré de menos, porque me gusta lo dulce. La sal no, porque desde hace tiempo mi comida es sosa a causa de la tensión arterial. ¡Qué cosas, Señor!
