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Velando el fuego

La muerte de Klaus

El fallecimiento del joven casín en un accidente de montaña y la tristeza de los vecinos

Si el tiempo es, sobre todo, el espacio entre nuestros recuerdos, los míos se extienden en buena parte por ese lugar privilegiado que es Caso, en cuyo ayuntamiento transcurrió casi toda mi vida profesional: cerca de treinta años o lo que es lo mismo: más de un cuarenta por ciento de las hojas que aún adornan mi calendario particular.

Desde mi llegada aquella semana primera de agosto de 1983 hasta hoy, Caso ha sufrido las inevitables mudanzas que conlleva el más valioso y a la vez el más perecedero de nuestros recursos: ese tiempo que regala bienes, aventa tempestades, pero que en ocasiones se muestra como el más cruel de todos los tiranos, tal como sucedió hace unos días con el accidente y la muerte del joven Klaus.

Como es lógico, durante esos años de estancia entre los casinos mi cartografía íntima fue desplegándose por un variado muestrario de sucesos importantes: entre otros que me vienen de pronto a la memoria, podría referirme a la participación en el programa televisivo "Vivir cada día" o a mi alborozado estreno como primer fedatario de la Mancomunidad del Valle del Nalón, aquel invierno riguroso, abrazado por la nieve, cuando la Mancomunidad comenzó a dar sus primeros pasos. Y cómo no, a mis relaciones con los componentes de los distintos grupos municipales que se fueron sucediendo. En este punto aseguro que con todos, y al margen de los colores que defendieran, mi relación fue cordial o incluso amistosa según los casos, pues en cada formación política encontré siempre personas cabales y dispuestas a poner en primer lugar los intereses del concejo antes que los de las siglas que representaban. (Sensatez y honradez debieran las dos principales cualidades de quienes gobiernan en todos los municipios).

Cuando hace unos días leí la luctuosa noticia del fallecimiento de Klaus, noté que en la garganta se me ponía un nudo de arena, difícil de deshacer. Apenas había tenido relación con el concejal de IU, pues no formaba parte de la última corporación con la que traté antes de mi jubilación. Si acaso, alguna que otra visita del joven al ayuntamiento para intentar poner en marcha un proyecto de plantación de arándanos, que no llegó a buen final. No estoy muy de acuerdo con la frase del filósofo y estadista británico Sir Francis Bacon cuando dijo que "La muerte es el menor de todos los males". Vale que en algunas ocasiones sea así, pero en las más, cada fallecimiento es una muesca trágica, una burla del destino, y en el caso de Klaus un modo terrible de cercenar tantas ilusiones y proyectos como se tienen a esa edad temprana. Luchar por una causa justa, mejorar en el deporte y, sobre todo, ser una buena persona son algunas cualidades que, por lo que aseguran todos sus vecinos, adornaban a Klaus.

Sirvan estas breves líneas como ánimo a sus familiares ante la necesaria -y no por ello menos dolorosa- reconstrucción a la que se deben enfrentar a partir de ahora. Como también a sus compañeros de partido y, naturalmente, al resto de los miembros de los otros grupos municipales. Y del mismo modo quisiera unirme en la tristeza a todos los habitantes del concejo, que, a pesar de mis escasas visitas (no soy amigo de las disculpas), siguen ocupando un lugar importante en mi censo de amistades y recuerdos. Por lo que a mis compañeros del ayuntamiento se refiere, solo puedo desplegar un amplio abanico de agradecimientos. Casi treinta años de convivencia, codo a codo, dan ejemplo suficiente de ello.

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