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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

Reconversiones fallidas (2)

El debate sobre la reindustrialización que se llevó a cabo a finales de los años sesenta, recién formada Hunosa

La creación de Hunosa en 1967 venía a mitigar temporalmente la acuciante situación de la minería del carbón. Pero se cernía sobre las Cuencas el anuncio de desmantelamiento de las grandes industrias siderúrgicas nacidas en el siglo XIX.

Pues bien, para tratar de estas y otras muchas cuestiones, en enero de 1968, el Banco de Langreo organizó y patrocinó una serie de conferencias bajo el título "Proceso a Langreo". Y con este mismo rótulo se publicó después un libro en el que se recogen los contenidos de esas conferencias, cuyos autores son Ricardo Gómez Muñoz, Javier Belderraín, José Fernando Castro, Manuel Funes Robert y Teodoro López-Cuesta.

Se dice en el libro que, con el problema de la reconversión de las Cuencas, se había creado un clima de confusionismo e irracionalidad que era el menos propicio para abordar un problema de tanta trascendencia humana, social y económica. Un asunto que requería una visión muy clara del futuro y una coordinación y planificación tanto a escala local como nacional.

El carbón había perdido la fuerza económica que había tenido en los años precedentes. Ya se le auguraba un futuro muy incierto. Por ejemplo, en 1950, las minas ocupaban más del 50% de la población activa langreana. Sin embargo, esa ocupación era del 25% en 1965: se había reducido a la mitad en solo quince años. Y aunque había mitigado provisionalmente la crisis del carbón, según Gómez Muñoz, Hunosa, como las empresas nacionalizadas de otros países, debería participar activamente en la reconversión económica de las Cuencas. Un papel que, a mi parecer, debería seguir desempeñando en el presente.

Para el mismo autor, en los años cincuenta del siglo pasado las industrias langreanas marchaban bien. Había muchas posibilidades de inversiones en el concejo para diversificar el tejido industrial. Pero fue una gran ocasión desaprovechada "por la proliferación de los negocios de chigre; unos negocios poco sólidos surgidos al calor de una favorable coyuntura económica y apoyadas por amistades influyentes".

Y para Belderraín habría que olvidarse de las grandes industrias, entre otras cosas, porque a menos de 5 ó 10 kilómetros de la costa ya era imposible levantar una siderurgia de las dimensiones adecuadas para que fuera rentable. Como alternativa al desmantelamiento se inclina por la implantación de modernas industrias transformadoras como el modelo económico más apropiado para el futuro de las Cuencas: fábricas medianas o pequeñas que fueran rentables en vez de grandes empresas siderúrgicas con pérdidas.

Como contraste a la posición de los autores del "Proceso a Langreo" destaca la resistencia al desmantelamiento industrial del Centro de Iniciativas Económico-Sociales y Turísticas del Valle del Nalón constituido en 1966. El langreano Centro de Iniciativas organizó asambleas, concentraciones, protestas e impulsó encuestas y estudios sobre la situación socioeconómica del Valle del Nalón. Su directiva sostenía que, especialmente, la factoría siderúrgica de La Felguera era rentable, y, por tanto, no era pertinente su desmantelamiento.

El acto público más relevante promovido por el Centro de Iniciativas tuvo lugar en el Teatro Rozada de Sama el 26 de diciembre de 1969. Más de dos mil personas, dentro y fuera del teatro, se reunieron en aquella protesta bajo los lemas "Langreo sigue en pie", "Langreo es también España", "No se llevarán un solo tornillo".

Juan de Lillo escribió que aquella manifestación cívica "no había sido otra cosa que la expresión de una decisión aceptada como un gran ejemplo de democracia. Cuando un pueblo puesto en pie dice que no se llevarán un solo tornillo es necesario escucharlo con respeto, porque las razones son muy profundas".

También se oponían al desmantelamiento de las viejas factorías los trabajadores, los Ayuntamientos, los consejos locales del Movimiento. Pero los ministros de Industria de los últimos años del franquismo manifestaban que la reestructuración industrial del país conllevaba determinadas acciones que producirían inevitables trastornos para las Cuencas. Por tanto, la suerte estaba echada.

Posteriormente se presentarían nuevos e imprevistos planes sobre la reconversión de los valles mineros.

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