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El Auxilio Social en Mieres

El Ayuntamiento cedió el palacio de Camposagrado a esta entidad benéfica falangista para dar cobijo a niños desfavorecidos

El Auxilio Social fue la institución asistencial más figurada del régimen de Franco. Había nacido durante la Guerra Civil, con el fin de paliar las ingentes necesidades de la retaguardia insurgente, y tras algunos ajustes en su organización interna impuestos desde el gobierno franquista en 1940, se convirtió en una de las principales señas de identidad de la dictadura franquista. Puede parecer una contradicción que un régimen que había nacido manchado de sangre hubiera favorecido y aceptado la emergencia de una institución dedicada a cobijar y a alimentar a los desfavorecidos, especialmente a las mujeres e hijos de la "Anti-España". Las claves para entender esta paradoja las ofrecía Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, cuando con motivo de la celebración del "Día de la Raza", el 12 de octubre de 1936, recordó al general Francisco Franco y al resto de los asistentes los límites de su previsible victoria: "Venceréis por la fuerza de las armas, pero no convenceréis".

Pero vamos a centrarnos en la institución en Mieres. Al término de la Guerra Civil, en el año 1939, dado el gran número de huérfanos que dejó la contienda y de plenos del Ayuntamiento de Mieres, éste se propone ceder a la Delegación provincial de Auxilio Social, a título gratuito, en los terrenos del llamado Parque de la Villa, una superficie aproximada de unos 3.000 metros cuadrados para levantar en ellos una guardería infantil "que sea ejemplar entre las de su clase." (Fondo documental del Ayuntamiento de Mieres. Acta de la Sesión del 22 de noviembre de 1939).

La fórmula no era nueva, pues era la de la vieja beneficencia, pero ahora se presentaba revestida de algunas novedades que traían los tiempos modernos y la coyuntura bélica. Los afanes totalitarios, que se traducían en la aspiración de encuadrar políticamente a la población acogida, el adoctrinamiento mediante la enseñanza machacona del legado de José Antonio Primo de Rivera y de la religión católica, así como la pretensión de absorber a las demás instituciones asistenciales situadas al margen del partido único, como las que dependían de los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y la Iglesia católica.

El Auxilio de Invierno se creó en el año 1936. A partir de 1940 pasó a llamarse Auxilio Social y era una institución sometida al control del estado. En Mieres como en cualquier lugar del país, quienes llevaban las riendas de esta institución no eran sólo un puñado de falangistas radicales y mujeres voluntarias o movilizadas, sino una amplia red de profesionales de diversas disciplinas que tenían la oportunidad de diseñar la "nueva" España y, por lo tanto, de decidir sobre el futuro de muchísimos mierenses. En el año 1942 el solar ofrecido en Mieres para instalar el Auxilio Social fue rechazado por el Servicio de Arquitectura, por hallarse en una hondonada. Sin embargo, ese mismo servicio señala el Palacio de Camposagrado como el lugar ideal y el más adecuado por estar colocado en un nivel superior al anterior.

Así, la delegación provincial de Auxilio Social le ruega al Alcalde de Mieres "que haga las gestiones oportunas para ver si el Ayuntamiento de Mieres está dispuesto a ofrecernos el solar conveniente en vez del que rechazamos," (Fondo documental del Ayuntamiento de Mieres. Carta del 5 de marzo de 1940 del Delegado Provincial del Auxilio Social al Alcalde de Mieres). Como no podía ser de otra manera, el Ayuntamiento acepta, se cede el Palacio y la totalidad de la finca y se hace constar en el acta de la sesión que Auxilio Social se encargará por su cuenta, de las obras precisas y de la adaptación. (Fondo documental del Ayuntamiento de Mieres. Acta de la Sesión del 4 de abril de 1942). Asimismo se hace constar que si la institución no cumpliese los fines propuestos o se extinguiese, el edificio y terrenos donados pasarán tal como se encuentren y sin derecho a reclamación de Indemnización al Ayuntamiento.

El Delegado provincial del Auxilio Social "quedó gratamente impresionado de las magníficas condiciones del Palacio de Camposagrado y del terreno anejo al mismo. (Fondo documental del Ayuntamiento de Mieres. Acta de la Sesión del 4 de abril de 1942). El nuevo hogar fue inaugurado por doña Carmen Polo de Franco el 2 de diciembre de 1949. Aunque la capacidad estimada era de 325, los niños que estuvieron viviendo allí se sabe que eran, aproximadamente, unos cien, y sus edades oscilaban entre los siete y los trece años.

En el Auxilio Social mierense estaban implicadas muchas mujeres anónimas, que no pertenecían a las elites fascistas. Algunas eran voluntarias (socializadas progresivamente en las ramas femeninas de Falange) y otras, estaban sometidas a una disciplina estricta y trabajaron de manera imperativa en el marco del Servicio Social. Precisamente, el famoso Servicio Social que todas las españolas tuvieron que cumplir hasta el desmantelamiento de la dictadura, había sido creado por Sanz Bachiller por el Decreto 387, de 7 de octubre de 1937 como forma de garantizar la mano de obra gratuita en las instituciones asistenciales.

El hogar mierense hacía el número nueve de los que funcionaban en Asturias y en la prensa de la época se dice que sus instalaciones eran extraordinariamente ricas y que llamaban la atención de cuantas personalidades las visitaban. Los niños que vivieron en el hogar vestían uniforme de camisas blancas y pantalones azules, ese motivo originaba que los mierenses les conocieran como "los pingüinos".

En el interior de la residencia la vida cotidiana estaba fuertemente reglamentada y organizada en torno a los rezos, las misas y otros rituales católicos que anulaban cualquier posibilidad de formación de los pequeños en los viejos valores de libertad y ciudadanía, erradicados por completo del discurso y de la práctica política durante el franquismo. Existe otra característica generalizada en los hogares infantiles del Auxilio Social y muy poco hablado de ella, "el trabajo infantil", este nunca se reconoció oficialmente por la institución, es más, se prohibió en las circulares internas de forma expresa, pero la documentación existente y los relatos de algunos niños que pasaron por el Auxilio Social revela que era frecuente la utilización de los pequeños como monaguillos, como sirvientes (eventualmente), en casas acomodadas o ayudando en las tareas del campo a familias del régimen, ahora, gracias a los testimonios de los niños, se sabe que era una práctica habitual.

En 1956 el Ayuntamiento de Mieres decide solicitar el restablecimiento del Instituto de Enseñanza Media para el curso siguiente y se compromete a facilitar un local para el mismo. Se piensa en el Palacio de Camposagrado como nuevo Instituto y en 1957 el Alcalde don José María Álvarez y Álvarez envía una carta al Delegado nacional de Auxilio Social diciéndole que "tal Institución no tiene razón de existir, por cuanto que los motivos que indujeron a su creación han desaparecido". El Alcalde dice que el Hogar Infantil "alberga unos 38 jóvenes que están escasísimo tiempo en el recinto y que es una figura simbólica o decorativa, ya que no cumple los fines predeterminados." (Fondo documental del Ayuntamiento de Mieres. Carta del 24 de agosto de 1957 de don José María Álvarez Alcalde de Mieres al Sr. Delegado Nacional de Auxilio Social).

Para esos niños de la posguerra, personas de edad avanzada hoy en día, su paso por el Auxilio Social fue una experiencia que cambió sus vidas para siempre, algunos les dio la oportunidad de cursar estudios superiores (de bachillerato o universitarios) y alcanzar un estatus social impensable para el "hijo o hija de un rojo", para otros, un trauma para toda su vida. La mayoría de historiadores piensan que el proyecto de regeneración de los hijos de los vencidos en la Guerra Civil fracasó estrepitosamente. No han olvidado quiénes eran sus padres, sino que, bien al contrario, reivindican hoy con orgullo su filiación. Otros han desarrollado una vida de militancia en la izquierda antifranquista desde los años sesenta. Es más, la mayoría de hombres y mujeres que pasaron por estas dramáticas experiencias no se consideran víctimas, sino supervivientes de un sistema asistencial y educativo terrible, que nunca tuvo como prioridad su educación ni su respeto como individuo.

Su esfuerzo por dejar atrás los años pasados en el hogar del Auxilio Social, de salir adelante en un entorno hostil y su voluntad de dejar testimonio, son manifestaciones de su empeño en articular mecanismos de resistencia sutil frente a los instrumentos implacables para el control social de una dictadura fascista.

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