Toda su vida estuvo envuelto en el ambiente ganadero, una herencia paternal que dejó impronta en el territorio de La Tercia en Caso, ese bello lugar conformado por localidades como Gobezanes, Bueres y Nieves en la ruta de la Collada de Arnicio. Y en este entorno montañés vio pasar la vida y la muerte Saturno Isoba Pipa, un feliz ganadero que disfrutaba diariamente con su animalia entre pastos y conversaciones íntimas. Porque Saturno, un maestro no ejerciente, se conformaba con su trajín cotidiano alimentando a su amplio rebaño de vacas de carne por esas empinadas praderías y en ocasiones dialogando con algunas en esos momentos de tranquilidad y sosiego medioambiental.

Este pastor de La Tercia, consumado devorador de libros y abnegado estudioso de viejos documentos y legajos olvidados, conocía perfectamente la idiosincrasia de su concejo y toda su historia de siglos. En su terruño familiar lo conocían como el sabio que sabía lo suficiente para animar a sus vecinos al parlamento, la tertulia amistosa y a leer de vez en cuando algún libro interesante. Y Saturno con sus enseñanzas y sus pláticas en el bar de Bueres, entre vinos y chanzas, se mostraba feliz y dichoso. Toda su sapiencia la ofrecía a sus amigos y parroquianos y ese tiempo de ocio mientras sus vacas deambulaban por los prados de su propiedad las lecciones singulares de ese mocetón fibroso y de altura de miras eran cuestión especial.

Saturno era un paisano refugiado en sus papeles y en cientos de folios, de pliegos, títulos o albaranes. La historia viva de La Tercia. Una vez por semana solía acudir a la biblioteca de la Pola de Laviana a embeberse de datos y orientaciones relacionados con su alfoz casín, junto a historias de personajes ilustres y mucha biología animal. Y después todo lo amasaba en su buena memoria y sus cuadernos de bitácora como actas notariales. Su muerte súbita, en una edad portentosa, dejó sin palabras a su entorno rural que lo está echando de menos cada día que pasa. Vivía en su soledad sonora y en su ámbito de ganadero culto. No quería más. Se conformaba con cuidar de su rebaño vacuno, alguna que otra transacción y visitar las ferias ganaderas próximas. Y especialmente ese parlamento popular y distendido que tan bien hacía a sus convecinos. Su estilo de vida, su mono azul y su vara de avellano son retazos de un tiempo de ayer que no volverá. Un ayer que fue hoy. Sus animales esperan impacientes por su dueño y este nunca llega a un establo frío y sin vida. Medio centenar de vacas que se están muriendo de pena y su pueblo natal, Nieves, lo llora sin consuelo. Saturno era vida y acción, presencia y esencia rural. Un revolucionario de la ganadería, un obseso del medio ambiente y un enamorado social del parque natural de Redes. Era amante de las cosas buenas, quería a sus parroquianos y gozaba con los libros. Pienso que quiso a todo el mundo menos a él. Saturno, amigo, sé feliz en ese paraíso lejano y vive la dicha divina y eterna entre tu animalia y tus documentos. El metano de la ventosidad de tus vacas no es tan dañino como tu mente prodigiosa señalaba. Que tus lecciones nos sirvan para seguir con triste resignación por estos valles de lágrimas.