La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Velando el fuego

El grado de Deporte

La polémica generada por la ubicación de los nuevos estudios de la Universidad de Oviedo

Como siempre que aparece un tema estrella en los medios de comunicación, no cesa el aluvión de comentarios, razonamientos más o menos consistentes y hasta revivales que ponen de manifiesto que existen aún agravios geográficos difíciles de cicatrizar. El mundo, más que una calabaza redonda o con ligeras arrugas en los lados, se parece cada vez más a un sumatorio de contabilidades, a un cuaderno de bitácoras cuyas páginas están atravesadas por sintagmas económicos que muestran distintas realidades según las cifras que se manejen en el debe y en el haber. De modo que ubicar el grado en tal localidad resultaría más rentable que si hiciera en tal otra?, y así sucesivamente. Si bien, no debemos olvidar que los números son harto flexibles, y que basta con deslizar de sitio alguno de ellos para que la composición arroje un resultado bien distinto.

En fecha reciente Emilio Lledó afirmaba que la raíz del mal está en la ignorancia y el egoísmo. Sin duda que tales palabras son atinadas y justas, pues para corroborarlo basta solo con asomar la nariz al polvo maloliente en muchas ocasiones de la Historia, además de que entre ambos sustantivos existen abundantes puentes que conducen de una orilla a la otra. Si la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia, la del egoísta consiste en que su propio interés (privado) le hace ignorar con facilidad el de los demás (público).

Un vistazo a nuestra realidad, y por lo que a la polémica de la implantación del grado se refiere, señala con precisión los egoísmos de todos pero, en particular, los de la mayoría de quienes ostentan cargos públicos en la política. Si lo opuesto al egoísmo es la solidaridad, nuestros representantes mal pueden presumir de ésta. La máxima expresión de la solidaridad política consiste atender a los estados de necesidad, lo que en el caso que nos ocupa debería ser suficiente para discernir, sin necesidad de estirar mucho la frente, que la situación de ciertas localidades del área central de Asturias, caso de Gijón, a modo de ejemplo, guarda escasa relación con la de otras, como las de las Cuencas, que desde hace ya muchos años sufren serias convulsiones económicas y sociales.

Si se consulta el mapa en el que están anotadas las infraestructuras asturianas, por lo que se refiere a niveles de equipamientos y, por tanto, también de oportunidades para sus vecinos, no debería ser difícil solventar la polémica atendiendo a las razones que se esgrimen para ubicar el grado en Mieres. Hay argumentos sobrados, y de justicia (aunque a estas alturas de la función a algunas personas les suene un tanto rimbombante este término) que lo justifican: existe una inversión ya hecha, que se trata de rentabilizar y, además, la aportación social de las Cuencas al desarrollo de nuestra región ha sido siempre capital. (Aunque, por desgracia, a la mayoría de quienes se ocupan de la contabilidad política siga interesándoles, sobre todo, el beneficio económico final).

No sé, como es lógico, cuál será el destino elegido, y si nuestros políticos serán capaces de comprender que hay otro tipo de razones, aparte de las propias, por las que merece también la pena esforzarse. No se trata solo de hoy por ti y mañana por mí. A fin de cuentas lo colectivo debería de ser lo más importante. Por mucho que les pese a los meros contables.

Compartir el artículo

stats