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Pensamiento

El acceso a una "realidad" más profunda

Con Estromatología, Urbina renueva la fenomenología y abre un nuevo proyecto filosófico de consecuencias incalculables

El acceso a una "realidad" más profunda

Hasta principios del siglo XX la humanidad vivió acomodada dentro de un mundo clásico. El mundo de la experiencia perceptiva y el regido por las leyes de Newton. Era un universo sometido a una ley unitaria, la gravitacional, en la que el espacio y el tiempo existían independientemente.

Frente a esto, Kant había propuesto entender el espacio y el tiempo como estructuras aprióricas puestas por el propio sujeto. Y Edmund Husserl intentará dar un paso más buceando en las estructuras de la intencionalidad, buscando a través del sujeto trascendental los componentes más originarios de "la realidad". En este esfuerzo, el filósofo de Moravia funda un nuevo método de conocimiento, la fenomenología, una de las principales corrientes filosóficas del siglo XX. Con esta nueva filosofía la concepción del espacio y el tiempo deja de ser unitaria: hay fenómenos espacio-temporales de distinto rango. En sincronía con este planteamiento, la teoría de la relatividad y la física cuántica establecerán el nuevo paradigma espacio-temporal en el que desde ahora será preciso moverse.

Los físicos ya han sido capaces a lo largo del siglo XX de resolver en un solo modelo la ciencia de la que tratan: la física clásica ya no rechina al lado de la cuántica, porque esta ha sido capaz de explicar dentro de sí a aquella. La realidad quedaría abordada en dos escalas prácticas diferentes, pero sin contradicción teórica. Pero, mientras los científicos han realizado sus deberes, se observa que a los filósofos les está costando más articular el anterior mundo clásico con el nuevo modelo.

Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina deja meridianamente claro este panorama que acabamos de sintetizar. Y en Estromatología ("estroma": estrato), va descubriendo las claves de por qué el sujeto de la scala naturae, el que ocupa la cúspide en la complejidad evolutiva, no solo ha de ser comprendido a través del recorrido natural (clásico) sino que también es preciso hundirse en su estructura fenomenológica ("estromas"). Con algunas décadas de retraso respecto del ritmo de la ciencia, al igual que la cuántica fue capaz de explicar la física newtoniana y acogerla, la "estromatología" no tiene que desdecirse de la verdad de las ciencias naturales pero sí tiene que ampliarla hacia un cuerpo interno donde el arte, la estética y la phantasía (distinta de la imaginación y del "fantasear" caprichoso) funcionan ya en una realidad más rica donde el espacio-tiempo no se traduce solo en cronología de reloj o en técnica agrimensora. La relación entre la cuántica y la "estromatología" son dos caras de la misma moneda: la cuántica estaría dando cuenta de la realidad natural arrancando desde los fenómenos subatómicos y la "estromatología" continuaría el viaje cognoscitivo al explicar la realidad arrancando del inconsciente fenomenológico donde el espacio y el tiempo se constituyen como tales y donde cada sujeto todavía no ha aparecido en su identidad individual sino que se va gestando previamente en una comunidad de singulares.

¿Cómo se fundamenta todo esto? Se funda en una atenta reflexión sobre el actual modelo científico de la realidad, procedente de Einstein, Planck, Bohr, Heisenberg, Schrödinger, y en su última formulación, de Feynman y Dirac.

Pero también surge de la propia tradición filosófica, singularmente de la filosofía del siglo XX. Urbina recoge ideas de Husserl, Merleau-Ponty y Marc Richir y en menor medida de otros fenomenólogos. Pero además nuestro filósofo español conoce a la perfección el materialismo filosófico de Gustavo Bueno, que funciona muy bien en la scala naturae, y aprovecha algunas de sus tesis (fundamentalmente los tres géneros de materialidad: físico, psíquico, estructuras esenciales) como territorio común afín a lo natural y lo fenomenológico.

Esta triple confluencia privilegiada (la ciencia físico-matemática, una fenomenología renovada y el materialismo filosófico) es la que seguramente le permite construir una propuesta tan original y potente, que, sobre otras propuestas fenomenológicas, tiene la ventaja de haberse compenetrado muy bien con una ontología materialista y pluralista actual (Simondon, Badiou, Deleuze, Bueno).

Ya que se apela a la phantasía, a la estética y al arte como fenómenos principales de esta teoría, algunos querrán ver en ello una recaída en el idealismo o en el pozo del subjetivismo. Y es, sin duda, un terreno abonado para el idealismo y derivas místico-religiosas; el propio Urbina lo pone de manifiesto al revisar otros modelos fenomenológicos, como el de Michel Henry. Sin embargo, todos los pasos que se recorren en esta "estromatología" son estrictamente materialistas y el subjetivismo queda imposibilitado de partida. Y los estratos presentados, que algunos prejuzgarían como especulaciones, aparecen testados mediante fenómenos analizables. Lo que no quiere decir que no quede por delante una tarea difícil y escurridiza para seguir testando materiales que provean a este nuevo territorio filosófico de una amplia vegetación interdisciplinar. Algo hay ya avanzado, e importante, pero sus potencialidades apuntan a una reestructuración de toda la filosofía...

El territorio está descubierto y cartografiado; tarea que ha costado un siglo. Ahora hay que habitarlo. Es preciso, es verdad, estar dispuesto a no creer que el nivel de la experiencia empírica "natural" sea el único, del mismo modo que al lado del oxígeno y el calcio de Mendeleiev estamos dispuestos a abrir nuestras ideas a los quarks y a los bosones del estrato cuántico.

Por si fuera necesario escribirlo con todas las letras: con este libro de Urbina, el pensamiento español aporta una teoría desde ahora imprescindible y abre, a escala internacional, uno de esos puntos de inflexión históricos donde la filosofía renace de su vejez y se pone al día.

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