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Entretanto: una reacción al último ensayo de Handke

El Lugar Silencioso como un espacio para el merodeo del pensamiento

Lo mínimo, nos sugiere una y otra vez Peter Handke, no es aquello que no ha podido dar más de sí sino aquello que ha logrado no ser reducido. A la hora de abordar este Ensayo sobre el Lugar Silencioso o cualquier otro trabajo suyo, conviene tener en cuenta, bien como mano en el hombro que en la sorpresa sujeta y conjura una soledad universal, bien como prisma, pórtico o posible clave de un misterio que no es otro que el misterio de su mirada: la manera de proporcionarle una forma a lo que cada uno experimente como su carencia, lo que el propio autor le decía a Peter Hamm en el maravilloso Vivan las ilusiones: "Pero entretanto me imagino que uno, no yo, escribe una larga historia, una historia épica que ocurre en el lugar donde está, pero sin rupturas matrimoniales, sin intrigas ni delitos económicos. De algún modo una historia existencial. De lo existencial no he salido nunca, creo, eso sigue siendo lo que más me preocupa. ¿Qué es la vida?, ¿qué es la existencia?" La segunda interrogación o esa vuelta que un hombre da alrededor de su casa.

En sus ensayos, Handke escribe sobre, pero también alrededor de, creando un ahora durante el cual (¿dónde?) la crónica de ese anhelo que es siempre la escritura alcanza la categoría de lo que incluso en marcha, o precisamente por estar en marcha, es su culminación. Realmente, escribió W.G. Sebald, el circunloquio era para Robert Walser una cuestión de supervivencia. El Lugar Silencioso es el del cobijo, el del regazo, donde uno se detiene, ya al borde, sin expectativa, y se abandona a las imágenes: sucesión de asombros: reencuentros o renacimientos, un ritmo. Todo en la naturaleza, incluso en su sosiego, en su serenidad indescifrable, supone para nosotros un envite porque nos sabemos más débiles: un orden frente a otra ley. De ahí, también, el Lugar Silencioso, cualquiera donde uno pueda mirarse las manos durante el tiempo suficiente para que esa clase de contemplación llegue a convertirse en un merodeo del pensamiento que con la misma intensidad deseche y abrace hasta que finalmente vuelva a ser posible afirmar: Ya es hora. Y se regresará así al mundo, donde los otros, y sentirá uno que sigue.

Lo que te dices en el Lugar Silencioso nunca está relacionado con el momento presente ni se apoya tampoco en el imperativo como mandato (estarías confundiendo entonces el poder con la autoridad), pero sí en la súplica entusiasta: el propósito. Todo propósito tiene implícita alguna clase de enmienda, ¿y no es la corrección (lo viejo mejorado fusionado con lo nuevo que te pueda mejorar) la razón de la escritura, su ímpetu?, ¿no responde acaso el ensayo al deseo de rodear con palabras aquello que buscas a tu alrededor y que siempre estuvo dentro de ti?, ¿y no es el alejarte de lo que necesitas y a la vez ya tienes la negación de un centro común, o, mejor, la identificación del centro como un hueco? Todo en Handke gira en torno a un eje que en realidad es lo que se está buscando.

Mira: descubre lo que significa a través de. Pero no describas, narra: concédele al espacio la oportunidad de ser lo que, además de influir, actúa. No te sitúes por encima de lo que te rodea. Nombra cada cosa como si fuera una parte inseparable de ti mismo, que a su vez eres una prolongación de todo lo demás. Porque una imagen nunca es un punto de partida. Una imagen es siempre un destino. Déjate ir. Pero no te dejes llevar. Con todo el respeto. Y sin ningún temor: las palabras cuidarán de ti. Instálate en lo intermedio: no con la voluntad de llenarlo sino de hacerlo más grande, de ampliar la distancia entre sus límites a la vez que te fusionas con ellos.

Lugar Silencioso, donde, aplazadas tanto la exigencia como la invitación, se puede encontrar la calma, un momento: ¿la calma es el cese de un estado natural o un estado natural accidentalmente interrumpido? No se aparta uno, ajusta el entorno a sí mismo. Leo a Handke porque al hacerlo entro en contacto, por dentro, con cosas del exterior que reconozco en ese instante propias (mías no: evitar siempre esa palabra) a la vez que comprendo que hasta entonces habían estado desatendidas, sin mí; y que yo había estado desatendido, sin ellas. Y porque al hacerlo me digo: Ahora está pasando lo que no necesita pasar para ser. Y también para sentir, igual que ansío sentir mientras escribo, que hay algo, y que ese algo va, a la vez que yo.

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