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Guillermo Simón: Geografías de la mar, su mejor pintura

El sentimiento de la naturaleza y la autonomía de la obra de arte

Guillermo Simón: Geografías de la mar, su mejor pintura

Para el catálogo de esta exposición escribí un texto el pasado mes de junio en que hacía alusión a la evidente cercanía que las últimas pinturas de Guillermo Simón tenían con la obra de Turner y Pollock, dos maestros que por otra parte gozan de su especial admiración. Al contemplar de nuevo estas pinturas, ahora ejemplarmente colgadas en la sala de la Fundación, en favorables condiciones de espacio y luz, cuando entonces hube de verlas en el suelo y sin enmarcar, me parece más acertado ampliar aquellas referencias con otros matices y situarlas en esa muy sugestiva evolución de la pintura de esencia romántica y sentimiento de la naturaleza que, desde Friedrich y el romanticismo clásico decimonónico, que se enriquece con el simbolismo -y creo que los sensible ecos que de la tendencia hay en la obra de Guillermo, sobre todo sobre papel, han influido en la nueva visión-y que evoluciona con el expresionismo, pasando por Van Gogh, hasta Pollock. Aparte de eso, y sobre lo que venimos comentando, resulta muy significativo el siguiente párrafo de Robert Rosenblun: "Turner ofrece estrechas analogías con Pollock en la manera en que se esforzó durante toda su vida por alcanzar unos medios pictóricos que trascendieran la transcripción relativamente literal de la naturaleza desenfrenada".

Porque en definitiva de eso se trata, del sentimiento de una naturaleza que, como Cezanne recomendaba, debe ser el primer maestro y luego de la autonomía de la obra de arte, del concepto plástico primando sobre la percepción. Aunque pintara abstracto, Pollock reivindicaba la presencia de la naturaleza en su obra. "Yo soy la naturaleza" llegó a decir. Guillermo Simón, quizá con mayor propiedad, podría asegurar: Yo soy el mar. Toda una vida de pintor con el mar en su pintura, mirando, pensando, soñando, pintando el mar. Desde el aquietado lirismo de las bajamares a las melancólicas neblinas y las tenebrosas oscuridades que presagian tormenta hasta estas enmarañadas madejas de ola donde la substancia de la pintura, que es la luz, parece hacerse materia, "agitación, torbellino, locura dinámica", palabras que por cierto fueron escritas para un Turner menos conocido y más audaz que el del "vapor de colores", y que se compadecen bien con estas bellísimas, palpitantes y operísticas geografías del mar, o "crines del mar" también llamadas, del pintor de Villaviciosa.

En el catálogo de la muestra reproduce el pintor un poema de Borges sobre el mar en el que se dice:"Quien lo mira lo ve por primera vez, siempre", lo cual sabemos que es cierto por experiencia propia. Ojalá que, además de esta primera mirada, sean cada vez más los que experimenten que el arte nos enseña a ver la naturaleza también de otra manera, con lo que encontrarán entonces el verdadero sentido, lejos de la boutade, de aquella famosa frase de Oscar Wilde: "Qué hermoso está hoy el Támesis. Parece un Turner, desafortunadamente no de los mejores". Es la mirada como fenómeno cultural, que duplica el placer de la contemplación y que como tal se aprende, entre otras cosas, viendo pinturas como estas de Guillermo Simón, de tan intensa energía, tan palpitantes y táctiles, en algunas de las cuales empiezan a aparecer profundos y oscuros azules turquí, con mezcla de violeta, o violetas declarados, colores que con todo seguridad contribuirán a hacer más hermosas estas geografías del mar que son hasta ahora su mejor pintura.

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