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Música

El público de la Quincena

El Festival de San Sebastián cierra una magnífica edición con enorme apoyo popular

El decano de los festivales de música españoles, la Quincena Musical de San Sebastián, acaba de cerrar una nueva edición, la número 76, con un importante éxito de público y crítica gracias a una programación equilibrada que ha sabido mantener la calidad en tiempos de crisis y que ahora navega ya con magníficas perspectivas de futuro.

He estado en alguno de los conciertos de la Quincena y, de nuevo, me llamó la atención un aspecto peculiar en el ciclo que, año a año, acrecienta su valía por lo infrecuente en nuestro país: la cantidad y calidad del público que acude a las diferentes convocatorias. Lo normal es que la mayoría de las propuestas agoten las localidades o estén cerca de ello. Lo raro es asistir a un concierto con escasa demanda. Además, no viene mal desde nuestra perspectiva asturiana, señalar que los rangos de precio para conciertos sinfónicos arrancan de entre los sesenta y setenta y cuatro euros. Convendría hacer una comparación con los costes del Auditorio Príncipe Felipe para hacernos una idea al respecto de la relación calidad-precio de la oferta ovetense en comparación con otros ciclos en España y en Europa.

Pues bien, ese público donostiarra es un ejemplo de comportamiento en la sala: apenas se oyen toses, salvo en las pausas, y el silencio es total. Por supuesto, el timbre de un móvil es una rareza y sirva como ejemplo que hace unos días, ante uno que sonó segundos antes de iniciarse el concierto, su propietario fue reconvenido con silbidos y protestas por el resto público. De esta forma, la audición de los conciertos es una auténtica delicia y los propios músicos salen encantados de una platea que, además, es generosa cuando lo que se les ofrece es de primer nivel. No se escatiman aplausos ni ovaciones a los intérpretes y es que los públicos más exigentes, al final, son los más generosos. No falla.

El cariño con el que se acogió al maestro Alberto Zedda tras su imponente versión del Stabat Mater de Rossini fue muy emocionante por la claridad que el público tuvo en su percepción de haber asistido a una de esas noches únicas, especiales, de enorme excelencia artística. Es lógico, por tanto, que los músicos deseen participar en la Quincena porque es un festival que se ha labrado prestigio internacional, algo a lo que han contribuido, a partes iguales, gestores y público. Es, sin duda, un modelo a seguir, un ejemplo de cómo se deben hacer las cosas con criterio y a largo plazo, con el equilibrio necesario para que los proyectos maduren. De hecho, aparte de las grandes convocatorias en el Kursaal, ciclos como el de órgano, el de música antigua, el de jóvenes intérpretes, el de contemporánea o la Quincena Andante, que lleva los conciertos a diferentes villas, también cuentan con enorme aceptación. El próximo año la Quincena estará inmersa dentro de la capitalidad cultural europea en San Sebastián. A buen seguro sabrá aprovechar la ocasión para seguir ganando en visibilidad en Europa el que ya es el epicentro estival de la música en España.

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