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Habla, memoria

Hans Magnus Enzensberger dialoga con los recuerdos en Tumulto, un libro sobre las turbulencias de los 60

Habla, memoria

A sus 86 años, Hans Magnus Enzensberger no es un saltamontes, como él mismo acostumbra a decir, sin embargo necesita sentirse así de vez en cuando. Hasta el punto que no hace mucho decidió hurgar entre sus recuerdos guardados en el desván y agitar la memoria para ofrecernos el libro impagable de su experiencia en los tumultuosos sesenta. El material -discos, fotos, cartas y recortes de prensa- le dio al agudo escritor alemán, la oportunidad de zambullirse en el pasado: la Unión Soviética, Cuba, mujeres, re-volución, el 68 berlinés, etcétera. Anécdotas y calamidades, el baile oscuro de la razón y los perfiles desmitificadores de algunos personajes de aquel tiempo, que no tardó en proyectar sombras sobre el paraíso comunista, son la materia de Tumulto, que acaba de publicar Malpaso.

En 1963, Enzensberger todavía era joven. Airado pero cuerdo. Viajó a la URSS en compañía de Sartre y de otros intelectuales rendidos al influjo soviético. Visitó al rústico Jruschov en su dacha. "Después de este encuentro nos quedan de él pocos puntos imprecisos. Nunca hubiera alcanzado el poder por plebiscito o mediante elecciones democráticas. Es poco vistoso. Probablemente eso sea lo que le ha salvado. Su fuerza es la de un ser humano que tiene el propósito de sobrevivir. Fue así como salió airoso del estalinismo y de las luchas por el poder tras la muerte del georgiano. No cabe duda de su perspicacia y de su capacidad de aguante. Tiene mayor destreza para dominar las situaciones que para generarlas. No es hombre de grandes proyectos; es difícil de convencer, inaccesible a argumentos teóricos, sólo se le puede aleccionar a partir del método de ensayo y error".

Tres años después el premio Príncipe de Asturias volvería a la Unión Soviética, y a partir de ese momento empieza a vagar por el mundo con una nueva mujer a su lado. Alrededor suyo se encienden hogueras y la vorágine de la rebelión aguarda en cada esquina. Enzensberger mantiene en sus reflexiones al hilo de los recuerdos que su memoria funciona como un colador y que retiene poco. Nunca ha estado dispuesto a grabar todo lo que le concierne. De hecho se refiere a otros contemporáneos y dice que sus autobiografías se mueven entre "la deliberada mentira y la tácita enmienda", entre "el simple error y la sofisticada escenificación de sí mismos". De modo que el libro, con el estilo sobrio que caracteriza al autor, resulta a veces roto pero remendado con un material hete-rogéneo, interesante y lúcido.

"Tumulto" es el primer intento de Enzensberger, un hombre que ha escrito de todo, por adaptarse al género autobiográfico. En él se confiesa y no siempre se muestra piadoso con lo que observa a su alrededor. Los acontecimientos que rodearon a 1968 fueron el imán para una gran parte de los jóvenes intelectuales de entonces del mundo occidental seducidos por las doctrinas marxistas y las perspectivas revolucionarias. Poco importaba el hecho de que la Unión Soviética estuviese ya desde hacía tiempo desacreditada por su burocracia represiva, o incluso la China maoísta. Los partidarios de la izquierda en Berlín, París, Frankfurt y otros lugares no se molestaban por ello: las necesidades objetivas de cambiarlo todo y combatir a las democracias parlamentarias caducas era el primer objetivo. Bajo el asfalto ilusoriamente se encontraba la playa.

En realidad, Hans Magnus Enzensberger no era un distinguido pensador marxista, ni siquiera una figura callejera destacada del 68. Desempolvar los recuerdos de entonces, algunos de ellos, como reconoce, atascados, se debe al interés del autor por entender lo que se apoderó de él y mostrar a los lectores que no los vivieron lo lejanos que se encuentran aquellos hechos de las hogueras que se prenden hoy en día. Lo persigue en forma de diálogo, planteando interro-gaciones y dejándole al lector la posibilidad de llegar a sus propias conclusiones a través de la conmoción del relato. Es como si Enzensberger, insistiendo una vez más en la lucidez y la frescura de su prosa, pretendiera por medio de un nuevo género entrevistarse a sí mismo sobre un pasado que gravitó sobre su vida entre tinieblas. Y, de paso, rejuvenecerse recurriendo a la memoria.

No sé si melancólica o irónicamente, probablemente por ambos motivos, Tumulto está dedicado a los desaparecidos.

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