Alejandra Lunik nace en Santiago de Chile en 1973, reside desde entonces en Argentina. Ilustradora y dibujante, ha desarrollado su trayectoria profesional en diferentes editoriales de Argentina, España y Estados Unidos. Ha colaborado en diversas revistas y medios. En 211 publicó "Crónicas de la cultura" en la revista "Ñ" y más tarde muestra su talento narrativo y visual en la revista Sexhumor y Fierro. A su trabajo editorial se suman tres muestras unipersonales: en el centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, en la galería FB69 de Münster, Alemania, y en la World Bank, en Washington DC. Lola es parte de la revista "Ohlalá!" desde 2011.
Es necesario reírse de una misma, de todo cuanto nos rodea y principalmente de nuestros comportamientos, actitudes y acciones. Quienes mostramos una devoción casi religiosa por las sentencias de Mafalda necesitamos seguir alimentando ese modo de vernos, en un estado que nos resta glamour pero nos añade realidad y también cierto escepticismo altamente recomendable. Se aprecia aquí un feminismo de cercanías, en el que es fácil reconocerse, y sonreír, y reírse también a carcajadas, pues vemos la ridiculez de cada uno de nuestros movimientos. La crítica y el análisis vienen después. No necesariamente tan sólo sonreír también mostrar los problemas cotidianos, aquello en lo que la mujer se reconoce de un modo rápido y quizá extremo, esas vivencias que tan bien conocemos y de las que podríamos o bien avergonzarnos o bien alzar la voz y que ésta retumbase a modo de tormenta o bien decidirnos por la actitud más saludable: sonreír. Ridiculizar la situación y la gravedad de la situación es un salvavidas muy eficaz. La relación entre hombre y mujer, y mujer y sociedad, así lo demuestra. Pelea y combate sí, derechos que hemos de lograr alcanzar sí, trabajo y esfuerzo sí, pero también descarga emocional a través de la risa y momentos como éstos, tan propicios para vernos con cierta ironía y sarcasmo pero principalmente buen sentido del humor, aceptar que somos así de ridículos y ridículas y así lo es también el mundo.
Alejandra Lunik posee la eficacia del medicamento más potente, actúa con una rapidez inmediata en nuestro organismo provocando una pequeña convulsión a modo de sonrisa que nos sitúa en el lugar exacto desde el que enfrentarnos a nosotros y nosotras mismas, ni más arriba ni más abajo, justo en nuestra diminuta medida, la de unos seres principalmente ridículos en su egocentrismo.