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Índices de normalidad

Que todo sea como nunca fue, una visión de la locura y sus límites

Índices de normalidad

Curiosa la normalidad que percibimos a través de una novela que se desarrolla en un hospital psiquiátrico para niños y adolescentes, como si la realidad que nos alcanza cada día se impregnase de una irrealidad mucho más densa y principalmente compleja. Necesaria esta reflexión que con una lógica contundencia nos golpea: dónde la normalidad, dónde los límites. Encontramos una mayor humanidad en este estado salvaje y sin condicionamientos sociales que en cualquier charla de café de cualquier ciudad. Lo civilizado no siempre es lo más recomendable o mejor; más saludable para la organización de las masas y para el estado no para el hombre y la mujer.

Joaquin Meyerhoff fue elegido actor del año en 2007, licenciado en la Escuela de Teatro de Otto Falckenberg, ha actuado en diferentes escenarios y compaginado su trayectoria profesional como actor, director y narrador (Que todo sea como nunca fue se convierte en finalista de varios premios y en best seller en Alemania). Meyerhoff nos describe a través de esta novela autobiográfica la historia de una familia que vive junto a un pabellón psiquiátrico, su padre, como director del mismo, ejerce su labor de un modo bondadoso y con una humanidad que desborda todo prejuicio. Es una novela ágil, extraordinariamente divertida, cuyas reflexiones van directas al corazón y que provocan cierto arañazo en nuestras cuadriculadas mentes que el paso de los años y la vida de cautiverio en sociedad extirpa de ellas toda capacidad de razonar con cierta espontaneidad. Descubrimos por ejemplo que el plural de cactus se resuelve de un modo sencillo y natural: "Un cactus, dos caquis". La realidad que aquí vemos es una realidad poco conocida, fuera de toda norma: "Lo representaban los pacientes, cada año de una unidad distinta. A menudo, el auto terminaba siendo una catástrofe. O bien María sufría un ataque de nervios y caía estremecida sobre el pesebre o el burro empujaba a los bueyes dentro del decorado. O bien uno de los tres Reyes Magos, Baltasar, se sacaba el aparato y empezaba a masturbarse con su mano pintada de negro bajo la aclamación de la multitud o los pastores se golpeaban unos a otros con los bastones. A pesar de todo, su interpretación era magnífica. En el centro del escenario estaba el pesebre y una cuna adornada con ramas de abeto en el que yacía un Jesús con una minusvalía grave". Novela e historia muy emotiva, cuya realidad nos conduce al humor más desenfrenado o la crudeza más extrema ante el inevitable suicidio de una joven, la muerte, el dolor y el grito, el llanto, esos gritos de los pacientes que llegan a tranquilizar al niño que convive con esos aullidos nocturnos y que se convierten en vínculo y cordón umbilical con su infancia.

Destacar la franqueza de la narración puede parecer algo evidente por lo que se cuenta y cómo pero es necesario resaltar dicha cualidad pues no es tan sencillo encontrarla en escrito alguno y mucho menos en una novela. Franqueza, sensibilidad y honestidad, una honestidad que se adueña del lector desde sus primeras páginas y que, creo, espero le obliga a ver su entorno de otro modo. Dónde la normalidad, dónde los límites?

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