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Aventurero y soñador

Rafael de Nogales narra una de sus vidas increíbles en Cuatro años bajo la Media Luna

Si cualquier vida, por insustancial, monótona y gris que sea, contiene varias vidas, la de Rafael de Nogales (1877-1937) está jalonada por una infinidad de novelas de aventuras. Roberto Arlt dijo de él que su vida y su obra no tenían nada que envidiar a las de Lawrence de Arabia. Enumerar sus estrambóticas ocupaciones daría para un poema de Rubén Darío o una canción de Joaquín Sabina: militar profesional, guerrillero, conspirador político, viajero, políglota, escritor, buscador de oro, conferenciante, cuatrero, periodista y muchas otras cosas fue este singular personaje que solía repetir: "Cuando veas una buena guerra, alístate para combatir en ella".

Rafael Nogales Méndez nació en Venezuela y se educó en el Berlín del káiser. En 1898 participó en la Guerra de Cuba apoyando la causa española contra los Estados Unidos. Viajó después por África, Asia y América, participó en la guerra de Japón, vivió la fiebre del oro en California, arponeó ballenas en Alaska, transportó explosivos y robó ganado para alimentar a los revolucionarios mexicanos y en Nicaragua entrevistó a Sandino. Por supuesto, combatió en la Primera Guerra Mundial y lo dejó descrito en este Cuatro años bajo la Media Luna. Fatigado y escaso de peculio regresó a su Venezuela natal en los últimos años de su vida, donde le dieron un puesto de administrador de aduanas en un apartado pueblucho. Renunció, y para alejarlo lo enviaron a Panamá, donde murió empobrecido mientras realizaba una misión confidencial. Su ímpetu libertador y el padecimiento en carne propia de exilios y dictaduras (sufrió las de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez) propiciaron su rescate tras la llegada de la República Bolivariana a Venezuela (Kaldone G. Nweihed, uno de sus divulgadores, fue embajador de Venezuela en Ankara). Los cuatro años de guerra sirviendo al Imperio Otomano, aliado de Alemania y las Potencias Centrales, están contados con precisión geográfica, soltura estilística y gracia aventurara. Sorprenden, no obstante, el arranque y los motivos que llevaron a Nogales a embarcarse en aquella empresa. Pues si llega a Europa con la intención de luchar apoyando a los Aliados (se ofrece voluntario a los ejércitos de Bélgica, Francia, Serbia y Montenegro), terminará por hacerlo en el bando opuesto, dando la impresión de que lo que realmente le interesa es participar en la guerra sin importar demasiado la bandera. Harto de rechazos -algunos le pedían renunciar a su nacionalidad, otros lo tomaban por espía- llegó a Sofía, donde "entre las personas de nota con que llegué a relacionarme figuraban el ministro turco Fethí Bey y el mayor von Goltz, agregado militar alemán en Bulgaria, quienes (?) en vez de hostilizarme procuraron más bien consolarme mediante una franqueza leal y caballerosa". Y así, a principios de enero de 1915 se hallaba camino de Constantinopla para incorporarse como oficial al ejército turco. Luchó contra el ejército zarista en Anatolia, hostigó a los armenios (con cuya masacre parece indignarse) en el Cáucaso y en la inaccesible ciudad de Van. Vuelve a combatir a los rusos en el Kurdistán y después luchará contra árabes y británicos en Irak, Siria y Gaza. Finalmente perderá la guerra, pero será agasajado por los vencedores por salvar de la muerte a prisioneros británicos. Pura aventura.

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