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Arte

De crisis, cultura, certámenes de pintura y jarrones chinos

Exposición de las obras del concurso de Villaviciosa, ganado por la figuración introspectiva del granadino Bernardino Sánchez

Obra de Bernardino Sánchez premiada en el Certamen de Pintura del Ayuntamiento de Villaviciosa.

Ha pasado mucho tiempo desde que, en marzo de 1999, la por entonces Consejera de Cultura del Principado, Victoria Rodríguez Escudero, anunciara en un acto celebrado en el Museo de Bellas Artes la decisión de crear en Oviedo un Centro de Arte Contemporáneo en el edificio de la antigua cárcel. Era aquella una aspiración que quienes nos preocupamos por estas cosas veníamos reiterando porque entendíamos que el modelo de este tipo de dotación cultural, que por entonces venía siendo adoptado por la práctica totalidad de la autonomías, era el ideal, si bien gestionado, para el desarrollo de las actividades museísticas, expositivas, divulgativas, formativas, editoriales, etc., capaces de, integrándose en la vida social, enriquecer culturalmente a los ciudadanos y acercarles al conocimiento y el amor al arte.

No se hizo realidad aquella promesa entonces, ni tampoco más adelante, cuando vinieron las vacas gordas y se destinaron cuantiosos recursos económicos a la creación de la Laboral (declaraciones de políticos en primera página de este periódico afirmaban que iba a ser la envidia de Berlín y Londres) y luego el Niemeyer. No era eso lo que, con presupuestos infinitamente menores, se pretendía y en cuanto a su trayectoria como actividad artística y enriquecimiento cultural de la sociedad prefiero no referirme, por cierto que, por su parte, Etelvino Vázquez declaraba la pasada semana: "Laboral y Niemeyer se llevaron todos los fondos y han estado de espaldas al teatro". Es verdad que la apuesta por el Museo terminó mejor y, aunque el Centro de Arte Contemporáneo sea otra cosa, y complementaria, que sigue siendo asignatura pendiente, puede suplir en parte la carencia, claro está que dotándolo de un generoso presupuesto para actividades, cosa difícil porque, como se quejaba en estas páginas el Concejal de Cultura de Llanera días pasados, los recortes siempre afectan a la cultura porque se considera un lujo. Yo más bien diría que un suntuoso jarrón chino para presumir aunque cueste mucho.

Cuando llegaron los tiempos de crisis, Asturias fue perdiendo efectivos, estímulos hasta la costumbre del arte. Desaparecieron numerosísimos certámenes y espacios de exposiciones, algunos muy importantes que están en el recuerdo de todos, tanto los creados por instituciones como los del ámbito privado que a veces se resisten casi heroicamente en un mercado artístico insignificante. Poco consuelo ofrece que la inquietud cultural se centre en apostar por un día, mejor dicho una noche, en la que el personal en gran número se desplaza de un lado a otro en la ciudad para saludarse festivamente, con parada en algunos lugares para tomar algo, oír un concierto de guitarra, ver un espectáculo de luz y sonido o alguna actividad seudoperformativa, sea de body-art o de pintura de "acción". Sería satisfactorio el hecho de que muchas personas pisasen por primera vez esa noche una galería de arte si no fuera también la última.

Con este panorama, ¿cómo no elogiar y valorar como se merecen los certámenes de pintura que nos quedan, que son los convocados por los Ayuntamientos de Villaviciosa y Pola de Siero? Este último, que lleva el nombre de Casimiro Baragaña, se falla hoy y el pasado jueves se inauguró en la Villa la exposición de las obras premiadas en su concurso, por cierto que con bien alto nivel de calidad, Ganó este certamen Bernardino Sánchez (Granada, 1978) con su pintura "Coleccionista de amantes", obra de indudable audacia en su composición y que pudiéramos considerar como "figuración introspectiva", un enigmático paisaje de noche urbana, en el que las luces, las sombras y el tiempo son los protagonistas. La imagen ocupa únicamente una parte de la superficie del cuadro, perfilándose como un fotograma cinematográfico, evocador de la filmación de una cámara de aficionado con la fría intensidad de un realismo objetivo y sugiriendo sensaciones narrativas y secuenciales, como si algo importante acabara de suceder en ese estrecho espacio congelado del que se han ido los actores perdiéndose en el negro vacío de las sombras, quizá hacia las luces que se vislumbran en perspectiva. Tiene algo de novela negra o de la figuración de la hace mucho llamada "escena americana" de George Bellows o Edward Hopper.

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