La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arte

El "antipop" de Joaquín Viña

Compartiendo técnica y memoria visual de sus imágenes, el artista subvierte y moderniza su lenguaje desde la parodia y la crítica

El "antipop" de Joaquín Viña

Aunque está admitido que aquella exposición de 1956 en Londres titulada "This is tomorrow", y el famoso pequeño collage de Richard Hamilton sobre "los hogares de hoy en día" marcaron el nacimiento del pop art, hay general acuerdo en que lo que se dice pop puro y duro, es decir, la creación de obras representativas de productos comerciales o modos de vida emblemáticos de una opulenta sociedad de consumo y su proyección publicitaria mediante imágenes de literal neutralidad y carentes de expresividad, solo se produjo en Estados Unidos. El británico había nacido bajo la influencia, además del dadaísmo, de un Duchamp que afirmaba que el arte debía ser siempre inteligente y quizá por eso tomó otros derroteros de mayor compromiso conceptual y artístico, hasta incluso llegar a relacionarse con la abstracción. En cuanto al resto de Europa hubo, dos decenios después, un intento de apropiación de los planteamientos del pop por parte de los "nuevos realistas" de Pierre Restany pero sólo en los elementos plásticos, porque en lo conceptual, aunque les unía el rechazo a la neofiguración expresionista de Francis Bacon o grupo Cobra, les separaba la ausencia de subjetividad y toque personal de los pop, lo que dio lugar a una tendencia artística diferente, más cercana a la obra de Rauschemberg y Jasper Johns.

Tampoco se hizo arte pop genuino en España, aunque su influencia se dejó sentir en determinados artistas, algunos bien significativos y otros manifiestamente olvidables. Pero resulta de interés esta exposición de Joaquín Viña (Candás, 1975) que propone una nueva y personal apropiación y modernización del pop y que titula "Hiperpop 2", aunque bien mirado debería llamarse "antipop". David Orihuela escribe en el texto del catálogo de la muestra, y con mucha razón, que "el artista candasín se ha puesto combativo, explícito e iconoclasta" y el pop art es lo opuesto a las tres cosas: no tiene la menor inclinación por combatir o criticar, no explica ni expresa nada subjetivo y en cuanto a la iconoclasia, significaría sencillamente su negación. Joaquín Viña, en su apropiación del pop, práctica lícita y muy frecuentada en el arte, comparte el tipo de imágenes y la técnica plástica, pero luego con el ingenio y la agilidad de un ágil grafitero, y buenas maneras de pintor, subvierte su lenguaje, lo caricaturiza y lo parodia. De ningún modo permite que las imágenes hablen por sí solas desde el neutral anonimato sino que, partiendo de la memoria visual de la tendencia, configura nuevas imágenes con personajes, objetos y situaciones de un rico imaginario personal que, adaptadas a la actualidad, crean una nueva y subjetiva realidad desde la provocación y la crítica.

Resultan estimulantes estas obras que inundan de vivos colores la sala de exposiciones e invitan al espectador a participar en un juego en el que el artista suma a los planteamientos del pop clásico una inteligente aportación del cómic y los dibujos animados que modernizan y dinamizan unas pinturas, y eso es particularmente interesante, que son formalmente atractivas y de sugestiva ambigüedad en el desplazamiento de significados, lo alegórico y lo crítico.

Compartir el artículo

stats