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El niño que escribía como un adulto

Las lecturas de la casa familiar de Boal fueron el germen de su idilio con la literatura

Carlos Bousoño era un sabio y lo demostró muy pronto con obras fundamentales para la historia de la literarura. Las bases del intelectual, que se forjó en la entonces Universidad Central de Madrid, estaban enraízadas en la casa familiar de Boal donde nació en 1923. Muy pronto destacó como un ninó despierto y curioso que encontraba el mejor entretenimiento en los libros de la biblioteca familiar. Allí daría rienda suelta al gusto por la lectura que le llevó pronto a contar sus experiencias en un diario infantil, que conserva su viuda, Ruth Bousoño, en el que se aprecia ya una madurez y una capacidad para la escritura impropias de un niño que contaba apenas diez años. Fue el principio de un largo idilio con la literatura y la poesía que iría creciendo en sus años universitarios con la cercanía y la amistad de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre.

Quizá fue su influencia la que le hizo perseverar en la lírica, pero fuera o no así, el hecho es que con Subida al amor, su primer poemario, evidencia ya una talla poética que no decaerá hasta que las nieblas de los últimos años empañaron su mente. Siguieron otros libros, distintas variaciones sobre la angustia de vivir, y estudios teóricos que sesenta años después siguen estando de actualidad. Ese compromiso con la lengua y la literatura española le valió los premios más importantes, entre ellos el de las Letras Españolas, en 1993, y el Príncipe de Asturias, en 1995. LA NUEVA ESPAÑA también reconoció su valía con la entrega del "Asturiano del mes", que recogió en 2003 acompañado de su esposa Ruth y del matrimonio formado por Lola Lucio y Juan Benito Argüelles, también fallecido recientemente. Fue una comida cordial, con un Bousoño siempre risueño, en la que se recordaron momentos y vivencias asturianas y donde demostró seguir la actualidad poética al citar, entre sus escritores preferidos, nombres como los de Carlos Marzal, Vicente Gallego, Felipe Benítez Reyes y Luis García Montero.

Interesado por la poesía desde niño, como él reconocía siempre que tenía ocasión, fue ese apego el que le llevó a interesarse por la crítica como teoría y lo que lo convirtió en uno de los grandes poetas del siglo XX aunque ahora sea preciso volver a despertar sus libros y saborear su grandeza.

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