La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El sabueso de la Wehrmacht

Martin Bora, el detective que protagoniza las novelas de Ben Pastor, es un personaje tan bien construido que deja frío al lector

Martin Henz Douglas von Bora, nacido en Leipzig en 1913 y oficial de Wehrmacht, es el personaje creado por Ben Pastor, seudónimo de Verbena Volpi Pastor (Roma, 1950). El perfil de este protagonista está constituido por su impasibilidad ante lo que le rodea, su distanciamiento aristocrático, el gusto por la filosofía y el piano y, además, políglota y Cruz de Hierro. Fue estudiante en la Universidad de Leipzig, en la Escuela de Infantería de Dresde y en la Escuela de Caballería de Hannover. Martin Bora es un personaje tan bien construido que no enamora, ni emociona, ni consigue transmitirnos ni un segundo de pasión. Es demasiado germánico para nuestra mentalidad mediterránea, pese a ser creado por una italiana. "Le molestaba que le tocaran. Por educación y por costumbre, el contacto físico era para él un último recurso, necesariamente agresivo o sexual" (p.240). He ahí la grandeza y miseria de este protagonista: la construcción tan perfecta como personaje de la oficialidad del III Reich, lo aleja de nuestra sensibilidad.

El Camino a Ítaca es la novena entrega de este oficial de la Werhmacht que se dedica a investigar crímenes en la guerra, como si ésta no fuera con él. En esta ocasión nos lo traslada a Creta, en los momentos en que la isla ha sido ocupada por los paracaidistas alemanes, para que averigüe quien asesinó a una familia suiza en su propia vivienda. Al parecer ha sido requerido por sus superiores a instancias de una comisión que investiga crímenes de guerra y de la Cruz Roja Internacional. Es junio de 1941. Allí, frente a la hostilidad del regimiento de paracaidistas nazi y de la resistencia cretense, recibirá la ayuda de un inspector de la policía local, Kostaridis. Los análisis de balística -balas del calibre 9x19 Parabelum, disparadas desde subfusiles Mad38, los usados por el regimiento aerotransportable- le conducen a que alguien de los soldados alemanes perpetuó la carnicería, sólo le queda averiguar quién y por qué.

En el desarrollo de esta novela veremos las referencias constantes a las tierras españolas, ya que el clima de Creta y su orografía le recuerda la España que conoció cuando combatió al lado de las fuerzas franquistas en el frente de Teruel, en 1937, como teniente voluntario. Donde una tal Remedios lo convirtió en hombre. En nuestra patria, ¿qué aprendió? "Que el fatalismo y el aburrimiento eran hermanos gemelos" [...]. "Humildad no, nos creímos invencibles" (p. 419). Y ya entonces desarrolló sus habilidades como investigador, al lanzarse por la pendiente de localizar al homicida de García Lorca (ya ven, no sólo a Ian Gibson le preocupaba este asesinato). Curiosamente, esta novela sigue sin traducir para el mercado español y se supone que es la primera de la saga. Su título es The Horseman´s Song, parafraseando el título del poema lorquiano.

En El camino a Ítaca, además, mantendrá correspondencia con Heidegger -rector en esos momentos de la Universidad de Friburgo y destituido por los Aliados en 1945-, al que conoció en un curso sobre los presocráticos. Los párrafos de las epístolas del filósofo alemán concuerdan perfectamente con su prosa pedregosa, oscura y complicada, plagiada por el escriturismo posmodernista, que sigue el principio de que cuanto más oscuro es algo, más profundo: "apariencia como una modificación privada del fenómeno"(p.30); "todo consiste en liberarse de un concepto de la verdad entendida como concordancia" (p.37); "la conciencia moral se manifiesta como un llamamiento a la preocupación" (p. 78).

Tal vez el único momento emotivo de la novela sea cuando al protagonista lo declaran persona non grata e intenta definir esa situación: "es como perder el cuerpo, convertirse en fantasma"(p.436). Sin embargo, sigue sólo preocupado por resolver acertijos, esos retos a su intelecto, sin enterarse de que existen Auschwitz-Birkenau, Mauthausen o Natzweiler-Struthof -que llevaban funcionando desde 1940-, donde los seres humanos perdían la dignidad, como paso previo a la muerte.

Compartir el artículo

stats