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¿Teléfono rojo? Volamos hacia Pakistán

The brink, cinco horas de astracanada televisiva de la HBO

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Pakistán

Se llama "astracán" al género teatral que pretende provocar la risa utilizando el disparate. Pues bien, la cadena HBO acaba de producir una "astracanada" (si cambiamos "teatral" por "televisivo") a lo largo de la cual el espectador mantendrá la sonrisa y soltará todo el trapo de la carcajada unas cuantas veces. No está, pues, mal: cinco horas de entretenimiento que recomiendo, a ser posible, ver de una tacada, por seguir el ritmo de los directores de cada episodio. Con el mismo sentido, "astracanada" sería aquella película del Kubrick de 1964 titulada en España ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú y que en su idioma original fue, más o menos, "Dr. Amorextraño o Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba", los dioses hayan perdonado al traductor hispano. Un disparate que mueve a risa. Claro está, en 1964 la amenaza para USA era la URSS: por ello, los protagonistas fueron un general enloquecido, su ayudante, un chiflado científico nazi y el teléfono rojo que comunicaba a los líderes soviético y estadounidense. Hoy, medio siglo más tarde, la amenaza es el terrorismo islámico. Por ello, los protagonistas del disparate que es The brink (quizá "El borde" o, mejor, "Al borde") son todo un cóctel (quizá revuelto en vez de bien agitado, al contrario que los martinis de James Bond) de personajes. A saber: un Secretario de Estado (excelente Tim Robbins) trapacero y salido como un mandril y con graves problemas urinarios; su esposa, alto cargo en el Pentágono y enamorada de los atributos más abultados de su profesor de gimnasia; su secretaria, ya hecha a cualquier barrabasada del jefe; dos pilotos de guerra y de élite (excelente Pablo Schreiber), el guapo y el feo, con problemas de pareja el primero amén de traficante con estupefacientes a bordo del portaviones que los lleva por aguas del mar Arábigo; un idiota funcionario de embajada en Pakistán (excelente Jack Black); el olvidado John Larroquette como embajador visionario del apocalipsis; un chófer pakistaní y su familia (entre la que se cuenta un psicoanalista); el presidente hispano (y bobo e irresoluto) de los EE.UU.; los generales pakistaníes, dando golpe de Estado tras golpe de Estado; los gobernantes israelíes; talibanes y antitalibanes? y así podría seguir enumerando y enumerando, sin que me pudiera olvidar de una pareja de ingleses que vive en mitad del desierto y parecen sacados de un cruce contra natura entre Memorias de África y los relatos más picantes de los Durrell. O sea, mucha gente para que pasen muchas cosas: siete niñas, diplomáticos, un "halcón" del gobierno USA, un almirante que babea? a toda velocidad y con un telón de fondo que quiere dar sentido a la "astracanada" (ya es hora de que confiese que no estoy usando la palabra de modo despectivo) dejándonos que nos hagamos la siguiente reflexión: estamos al borde de una catástrofe nuclear de proporciones inimaginables porque dependemos del humor y de las miserias de una pandillas de tarados, cuya torpeza, ignorancia y nulidad mental no conocen límites. Lo mismo que ocurría con el film de Kubrick, pero pasado a ahora mismo.

La mezcla no cuaja del todo quizá porque está revuelta, como dije, más que bien agitada. Se deja ver muy bien, pero incurre en lo que incurre cualquier astracanada: que tras un golpe gracioso solo nos mantiene atentos la espera por el siguiente disparate, del que esperamos que sea más fuerte que el anterior. Lo que narrativamente no es ni malo ni bueno, es una elección de quien lo cuenta, como ocurre con las novelas de estampas frente a las novelas de fondo. Parece que un canal de tanto prestigio como HBO se complace también en estas comedias que siempre dejan el regusto de la pregunta siguiente: ¿Y si no fuese un disparate y fueran las cosas en realidad así? O sea, el antiguo "tiemble después de haber reído".

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