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Una visión íntima

Carlos Bousoño fue una buena persona con un marcado sentido del humor y su dura infancia le dejó la necesidad de buscar una forma de expresión de sus sentimientos

Una visión íntima

Hay dos aspectos del carácter de Carlos Bousoño que destacan los que le han conocido personalmente: el primero su bonhomía, era una buena persona en el sentido tradicional de la palabra; amigo de todo el mundo y siempre dispuesto a hacer un favor; el segundo aspecto era su sentido del humor, hacía broma de todo, con una peculiar capacidad para observar lo que a otros pasaba desapercibido y para penetrar en las honduras del alma humana. Tenía una elevada sensibilidad que le hacía inclinarse hacia lo artístico por encima de su capacidad para la crítica literaria.

Sus alumnos recordarán su virtuosismo para explicar con claridad y hacer atractivo lo que para otros resultaba incomprensible o aburrido. Asistí a un curso de Extensión Universitaria dictada por él en la Universidad de Oviedo y lo que contaba era tan sumamente atractivo, que las horas de su clase se alargaban sin que ello importase a sus oyentes. En otra ocasión dictó una conferencia en el salón de actos del Colegio de Médicos y para mi asombro ninguna de las 400 personas asistentes se levantaron en las más de dos horas que duró la misma. No debiera haberme asombrado, era simplemente muy interesante lo que decía cuando tomaba la palabra.

A diferencia de su generación, no se inclinó por la poesía social propia de sus contemporáneos de la postguerra y prefirió una poesía íntima, personal. Decía respecto a su obra como crítico literario, que no tenía importancia, ya que tarde o temprano alguien desentrañaría lo que él describió con elegancia en su Teoría de la Expresión Poética (cuya lectura recomiendo a los que quieran entender no solo la poesía, sino el funcionamiento del cerebro): nada más y nada menos que el porqué y el cómo surge la poesía como forma de expresión de emociones. En esa y otras obras de teoría literaria intuye desde el análisis del lenguaje poético, lo que décadas después sabemos acerca de como funciona nuestro cerebro cuando piensa o cuando crea arte o poesía.

El prefería sin embargo su obra poética ya que solo él la podía escribir, cada poeta es un autor único y su obra nunca puede ser escrita por otro, al ser fruto de los sentimientos personales que nos hacen únicos como seres humanos. Sin embargo se atrevió a corregir con éxito algunos de los poemas de autores clásicos como Quevedo y otros, libro aun pendiente de publicación), pero del que habla en una entrevista realizada en la Universidad de Granada.

¿Qué es por tanto lo que hizo único a Carlos Bousoño? Como es propio de todos los genios un 1 % de inspiración y un 99 % de sudoración, de trabajo continuado y de curiosidad infinita. La lectura reflexiva de cientos de autores, poetas, filósofos, literatos, críticos, las obras completas de Dámaso Alonso, de Vicente Aleixandre y todas las generaciones del romanticismo, del 98, del 27, de sus contemporáneos y amigos, de los nuevos poetas.

El 1 % de inspiración procede, además de los genes heredados de sus padres, de una infancia difícil, marcada por el fallecimiento prematuro de su madre, la marcha del padre a México a buscar trabajo, la guerra civil, el sitio de Oviedo, la salida por el Escamplero a su Boal natal, la crianza por parte de una abuela y luego de una tía fría y severa -a la que siempre recordaba con cariño, y cuya mano sujetó mientras agonizaba-, que se hizo cargo de él y de su hermano Luis, huérfanos en la época de escasez y penurias de la postguerra. Procede en suma de una infanto-adolescencia difícil y de la falta de apoyo emocional.

En relación a las características personales de Carlos Bousoño, está demostrado por numerosos estudios psicológicos, que los traumas en la infancia hacen al sujeto más sensible y vulnerable. Si se esfuerza y lucha puede llegar a ser un genio excepcional y si no, puede llegar a precisar ayuda psicológica. Carlos fue de los primeros. Él justificaba su inclinación por la necesidad de buscar una forma de expresar sus sentimientos heridos por una infancia difícil, y la búsqueda de seguridad en el análisis literario riguroso de la verdad, seguridad que se le había escapado con la orfandad. No me resisto como ejemplo de su fina intuición, a añadir como final, la última estrofa de uno de sus primeros poemas "Subida al Amor", en el que explica e intuye la ascensión del alma tras la muerte hacia Dios, y la cual cito en homenaje al silencio que hoy percibimos de su voz ya callada hasta el fin de los tiempos:

"Bajar la luz de amor, la luz de vida

lenta en los aires minuciosos siento.

Fundida luz de Dios con luz del alma.

Qué claridad de pronto. Qué silencio".

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