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Cambio de guardia en la poesía asturiana

Antón García reúne en La prueba del once a los autores jóvenes, algunos inéditos en libro, - y nos invita a plantearnos si el Surdimientu es ya una etapa clausurada

Cambio de guardia en la poesía asturiana

La poesía ha contribuido, como ningún otro género, a sacar a la literatura en lengua asturiana del cajón de los fósiles retóricos en que estuvo metida hasta mediados de los años setenta, más o menos, cuando Conceyu Bable inicia sus reivindicaciones culturales y sociales. El panorama hasta entonces era más bien desolador, excepción hecha de media docena de autores, y tan evidente su desconexión con las corrientes estéticas contemporáneas que hoy casi nos parece un milagro lo que ha ocurrido en estas últimas cuatro décadas. Asturias tiene por fin poetas buenos, regulares y malos, como sucede en todas partes, y no sólo bienintencionados marcianos que riman la letanía de las esquilas por los prados sin conflictos de una improbable Arcadia.

Resultan por eso un poco sorprendentes las palabras con que Antón García, uno de los nombres fundamentales de ese período áureo al que llamamos Surdimientu, justifica su antología La prueba del once, subtitulada Poesía asturiana del sieglu XXI y editada por Saltadera, el sello de muy hermosas y oportunas publicaciones que él mismo dirige. Seguidor atento de todo lo que ocurre en el panorama cultural asturiano, como saben los lectores de estas páginas, afirma que el volumen nace "contra la derrota" y la sensación de abatimiento que periódicamente parece instalarse en la literatura asturiana. Chocantes si pensamos en las conquistas formales de esa poesía que nació casi desde la intemperie misma, pero razonables por cuanto traducen un estado de ánimo: los escritores en asturiano siguen en los extrarradios del sistema literario español, expresándose en una lengua que carece de estatuto oficial.

De ahí la necesidad de La prueba del once, título que el antólogo calca del conocido artificio de verificación matemática y que recuerda al que Antonio Ortega dio a su interesante volumen La prueba del nueve, de 1994. En este último se mostraba la existencia de un grupo de poetas notables (de Olvido García Valdés a Vicente Valero, pasando por Jorge Riechmann), alejado del programa estético de la llamada "poesía de la experiencia". Por su parte, Antón García reúne en su selección, hecha desde otra necesidad, a autores nacidos entre 1980 y 1993 que han quedado por distintas razones (alguno ni siquiera ha publicado libro en asturiano) fuera de los recuentos dados a la estampa hasta ahora. Los elegidos son: Henrique G. Facuriella, Alejandra Sirvent, Pablo X. Suárez, Iván Cuevas, Carlos Suari, Laura Marcos, Sofía Castañón, Rubén d´Areñes, Sergio Gutiérrez Camblor, María García y Xaime Martínez. Aunque nacida en 1980, prescinde de Vanessa Gutiérrez -la voz más consolidada de esta generación- al considerar que su obra es conocida y goza de un amplio respaldo crítico, o de Alejandro Fernández-Osorio (1984), quien publicó un muy personal poemario, Magaya (Impronta), a finales del año pasado, cuando Antón García tenía cerrada la edición de su antología, según él mismo explica en nota a pie de página.

La prueba del once es, pues, una antología de exploración. A diferencia de otras de literatura asturiana que se han publicado en los últimos años, mira más hacia el futuro que hacia el pasado, aunque tampoco pierde el ojo a lo que nos ha traído hasta aquí. Desde los materiales dispersos e inconexos del presente, Antón García plantea como estudioso y lector una posible fotografía de la nueva generación de la poesía bable. Desde un cierto eclecticismo que condice con la posición de quien está más interesado en ver lo que pasa que en hacer un libro a favor de una determinada manera de entender la lírica, el antólogo da cabida a la pluralidad realmente existente entre los autores asturianos menores de treinta y cinco años. Caben aquí poetas tan distintos como Xaime Martínez (autor de un magnífico libro en castellano, Fuego cruzado, con el que obtuvo el premio "Antonio Carvajal"), preocupado siempre por la exactitud rítmica y el estrofismo clásico, o Pablo X. Suárez, con una dicción coloquial; o estilos tan disímiles como los que se derivan de las imágenes siempre sugerentes o perturbadoras de Alejandra Sirvent y el fragmentarismo de Iván Cuevas, por poner sólo algún ejemplo y no caer en lo prolijo.

Esa variedad es uno de los atractivos de La prueba del once, una antología que parece defender, aunque no lo diga, la coexistencia más o menos estable de muy distintos enfoques estéticos al dar cabida a maneras de entender la poesía muy alejadas entre sí. Estamos ante unos poetas que no se sienten a gusto con los compartimentos grupales, las proclamas de tendencia y otras operaciones propias de los interesados en la política o politiquería literaria, que también hay. En algunos casos huyen como gatos escaldados del agua caliente de las posibles genealogías con autores anteriores que escriben en su misma lengua.

Cada uno de los poetas seleccionados responde a un cuestionario fijo de seis preguntas e incluye junto a los textos elegidos una poética, es decir, un ejemplo de esa disciplina tan propicia a la divagación esotérica. El volumen tiene el atractivo añadido de que cada uno de los poetas es presentado por otro autor: Xosé Bolado (Facuriella), José Luis Piquero (Sirvent), Miguel Allende (Pablo X. Suárez), María do Cebreiro (Iván Cuevas), Berto García (Carlos Suari), José Luis Rendueles (Laura Marcos), Alba González Sanz (Sofía Castañón), Laura Casielles (Rubén d´Areñes), Fruela Fernández (Sergio Gutiérrez Camblor), Blanca García (María García) y Rodrigo Olay (Xaime Martínez).

La obra se completa con una muy útil bibliografía elaborada por Iván Cuevas. Éste registra obras y autores nacidos a partir de 1980 -la fecha de referencia tomada por Antón García- que escriben en los distintos territorios del dominio lingüístico del asturleonés.

La prueba del once supone un necesario acercamiento a la joven poesía asturiana, poco estudiada hasta ahora si exceptuamos el muy brillante y amplio trabajo publicado por Xosé Bolado en "Lletres Asturianes", en marzo del año pasado. Es un libro que reúne bastante información hasta ahora dispersa y que sirve de presentación de una nómina de autores que debemos seguir si no queremos perder el hilo de la historia que empezó a escribirse, desde el gesto inconforme y la ambición literaria, a partir de mediados de los años setenta. Esta antología abre además un pertinente interrogante sobre los límites cronológicos del Surdimientu, sus características y componentes; si por tal entendemos un período literario acotado o, como creo yo, es un movimiento cultural que comprende otras manifestaciones que van de la música al cine, pasando por los estudios lingüísticos. Un volumen, en fin, que ofrece suficientes atractivos (los poemas son, claro, los más evidentes) para que ningún lector pueda decir que lo cierra con la sensación de haber perdido el tiempo.

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