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Música

Relevo en La Zarzuela

El teatro madrileño abre una nueva etapa con marcado protagonismo asturiano

El teatro Nacional de La Zarzuela es uno de los grandes centros de producción cultural de España. Lo es pese a estar ahogado por una burocracia ministerial que nunca ha sido capaz de entender las peculiaridades de un equipamiento que precisa de la mayor autonomía para llevar a cabo sus fines con eficacia y holgura. La Zarzuela, con más de ciento cincuenta años de historia, ha sido capaz de sobrevivir al Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, su titular desde hace décadas, y esto ya es un milagro que habla mucho y bien de los profesionales que han pasado por el teatro en estos años.

Acaba de abandonar La Zarzuela Paolo Pinamonti, camino del San Carlos de Nápoles, y lo hace dejando tras de sí una más que buena gestión que ha corregido errores del pasado y le ha dado al teatro una ruta de mayor ambición artística. Su presencia ha sido muy beneficiosa para el mismo, al aportar criterio y solvencia en sus propuestas cada temporada. La magistral y rompedora Curro Vargas es magnífico ejemplo de lo expuesto y junto a ella una estupenda programación que complementa los títulos oficiales en un esfuerzo por ir más allá y lograr resultados que vayan más allá del conformismo de otros mandatos anteriores.

Tras un rápido proceso de selección, se ha hecho cargo del teatro Daniel Bianco, escenógrafo y hasta ahora director artístico adjunto en el teatro Arriaga de Bilbao -en el que ha trabajado junto al ovetense Emilio Sagi-. Bianco, de origen asturiano, es un perfecto conocedor de los entresijos del mundo lírico y, a buen seguro, va a consolidar la línea actual del teatro con nuevas y brillantes ideas. Sus primeras decisiones son excelentes, con dos magníficos fichajes: el primero de ellos, como director musical, el del asturiano Oliver Díaz, sin duda uno de los mejores directores españoles de su generación, y con diferencia de los que más a fondo conoce la lírica española. Su nombramiento sin duda marcará un punto de inflexión en las agrupaciones musicales estables del teatro, necesitadas de un empujón que mejore su modesta realidad actual. La segunda de las designaciones se centra en la maquinaria teatral, en el escenario, del que ha entrado a formar parte, como jefe técnico, Antonio López Fraga, hasta ahora máximo responsable en este ámbito de la Ópera de Oviedo y, sin duda, una sensible pérdida para el teatro Campoamor. De todas formas, una vez más queda claro cómo el Principado sigue formando profesionales de referencia en el ámbito musical y de las artes escénicas. El que no lo quiera ver o bien está ciego o bien sólo desde la ignorancia o la maldad se pronuncia. Todos ellos, con Daniel Bianco a la cabeza, tienen la obligación de apostar por renovar un género que precisa del máximo rigor en la necesidad de atraer al público joven. Es una batalla hermosa que merece la pena dar y que, ahora, está en buenas manos.

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