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La asendereada vida de la feria artística de Oviedo

Dada la escasa aportación pública actual al sector se podría decir que Iván Dasto es una de las pocas instituciones que nos quedan

La asendereada vida de la feria artística de Oviedo

El fenómeno ferial es una de las formas más atractivas y eficaces de institucionalizar el arte porque en la actual sociedad de la comunicación sus convocatorias, a condición de que se respete la periodicidad, estimulan, promueven y facilitan el acceso al arte y en lo económico potencian y articulan su mercado, cosas por las que instituciones de libro están obligadas a velar. Sin pertenecer ni mucho menos a esta última especie, eso tenía en la cabeza Iván Dasto, imaginativo e inquieto galerista en un pasado reciente con una galería que llevó su nombre, pero también creador de aquel Centro de Arte Dasto instalado en la antigua carpintería de la Tenderina, que por un tiempo nos hizo albergar la ilusión de ser otro Palladium, también de "arte y ensayo"?, eso tenía en la cabeza, decía, cuando en el año 2010 se dirigía al Ayuntamiento de Oviedo para proponer a Gabino de Lorenzo la organización de la feria de arte que Oviedo nunca tuvo. Iba solo y era consciente de que en nuestro mundo cultural la propuesta podría parecer algo excéntrica, pero más adelante volvió acompañado de algunas galeristas ovetenses y consiguió que la propuesta fuera estudiada. Se estudió y por eso finalmente se pudo celebrar la I Feria Arte Oviedo, con mucha modestia y haciendo de la necesidad virtud, como sucedía con las quince galerías asturianas que, en tiempos aun peores pera la economía que para la lírica, compartieron aquella aventura.

Puede que no sea lícito asegurar que la feria de Oviedo "se ha consolidado como uno de los grandes acontecimientos culturales del año", como los vecinos de Arte Santander podrían decir, pero sí que se ha consolidado y celebrado en 2012, 2013, 2014 y 2015 y además creciendo en la organización de actividades complementarias?, charlas, mesas redondas, performances, pintura en directo?, hasta la creación de la Medalla a la mejor obra que ahora lleva el nombre de Kely, creada por el escultor y medallista Juan Zaratiegui.

Si en este tipo de iniciativas la permanencia ya se considera importante mérito, lo más admirable en este caso es que toda la gestión, organización y promoción del evento ha sido siempre cosa de una sola persona: Iván Dasto, aunque, eso sí, con el apoyo de su "equipo", que es otra persona, Mercedes Ibisate. Contando en lo económico únicamente con la colaboración del Ayuntamiento, cesión del edificio de Trascorrales y una muy modesta aportación económica, que gracias sean dadas, mérito tiene y Dios conserve, los problemas comienzan cuando por vaivenes en la política o cuestiones burocráticas casi nunca se tiene la certeza de contar con ella hasta no mucho antes de la fechas previstas. En este clima de incertidumbre, ponte en contacto con las galerías, decide su selección, ocúpate de las personas que han de intervenir en las programaciones?, y asegura a Zaratiegui que se podrá pagar el material de la medalla, y no hablemos del catálogo que este año se ha sustituido por internet, que es lo más triste que podía ocurrir, debido a la economía de subsistencia de las galerías, y luego la organización de cada acto puntual y el recinto ferial en general y las relaciones con los medios para promocionar la feria.

Dicho lo cual, y considerando que la Feria Arte Oviedo es, aún en su modestia, la mayor aportación v cultural que por aquí se ha hecho en el arte plástico en los últimos años y la desaparición de las instituciones del mapa en este sentido, creo que es justo nombrar institución a Iván Dasto, el Ayuntamiento ya lo es, aunque nombramiento revisable si el próximo año tampoco se publica catálogo. Por lo demás, la feria resultó bien pese a que la economía de subsistencia propició en general formatos más reducidos, pero fue interesante, atractiva e instructiva, una grata forma de hacer el arte accesible y hasta consumible. Como acto final, la medalla a la mejor obra de la feria fue para una pintura de Rafa Rollón, una bella armonía de cromatismos y transparencias en la línea de las tradiciones del último Monet cuyo impresionismo abría el camino a la abstracción lírica. Es el suyo un impresionismo del siglo XXI.

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