Águila Roja se las da de matemático pero cree que 50 es un número primo, mientras que James Bond falla cuando despeja incógnitas a la velocidad de la luz. Y es que si ser un héroe de película es difícil, como sostiene J. M. Sorando en Aventuras matemáticas en el cine, ser un guionista preciso debe de ser una extravagancia. Sorando, catedrático de Matemáticas apasionado por la divulgación, está convencido de que llevar los números a lo cotidiano ayuda a desentrañar sus misterios. Así que ha unido sus conocimientos profesionales a su pasión cinéfila y se ha convertido en ese profe que a todos nos hubiera gustado tener. Razonar en términos de probabilidades es más atractivo cuando hay una partida de póquer o un duelo a pistola por medio, y la estadística se hace menos ardua entre los fuegos de una pasión de celuloide. Por cierto, Sorando no siempre se limita al cine. También cuenta, entre otras, la historia del concejal corrupto que al repartir una mordida entre once reclama su once por ciento.
Supongamos que usted no ha oído hablar de Historia de mi muerte (2013), película premiada con el Leopardo de Oro en el festival de Locarno, ni de su director, Albert Serra. Pues bien, sepa entonces que Serra (Bañolas, 1975) es un realizador muy peculiar, tanto que se le considera uno de los más inclasificables del panorama europeo. Y que sus rodajes también son muy peculiares -un caos, dicen quienes no aprecian sus métodos performativos para mutar la caótica realidad en representación. En Historia de mi muerte, filmada en 2011 en Francia y Rumanía, Serra contrapone a Casanova y a Drácula para filmar las chispas del choque entre razón y superstición, entre amor y muerte, entre Luces y Romanticismo. Su rodaje tuvo como testigo al poeta mallorquín Jaume C. Pons Alorda, quien, durante 19 días rumanos, rellenó libretas que al final han dado en este Apocalipsis Uuuuuuuaaaaaaa. Especialmente recomendado para amantes de desvelarle el envés a lo extraño.
