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Amor con amor se engaña

La ventana, de Mario Soldati, una inmersión detectivesca en las erróneas percepciones desencadenadas por la pasión

Amor con amor se engaña

Dos personajes maduros, italiano él, inglesa ella, se reencuentran en Londres tras veinte años sin verse. Les liga una vieja y profunda amistad, la que ella siempre sintió. En cuanto a él, bueno? en realidad siempre la ha amado, aunque hace ya tiempo que se resignó a ser el amigo. Sabemos que sus allegados conocen a la dama como Twinkle, por el centelleo de sus ojos, trasunto de los arrebatos de un espíritu que sus compatriotas sólo aciertan a calificar de excéntrico. De él, cuya voz narra la historia de La ventana, no sabremos el nombre. Sólo que está vinculado con éxito a las artes escénicas y que es persona tan segura, tranquila y resolutiva como la prosa que lo construye.

A las dos páginas de lectura, la pareja de viejos amigos vive su primera tarde de reencuentro. Visitan una sala de exposiciones y, de repente, se dan de bruces con un cuadro, "La ventana". Es la llave que abre las puertas de un novela corta en la que el turinés Mario Soldati (1906-1999) se sirve de una investigación detectivesca -¿qué fue del autor del lienzo, desaparecido dos décadas atrás tras saltar por esa misma ventana, situada en el apartamento de su amante Twinkle?- para dar cuerpo a un asunto que, según propia confesión, subyace en toda su obra: el amor y su eterno conflicto con la amistad.

De Mario Soldati, novelista, cuentista, periodista, director de cine y televisión con una treintena de películas en su haber (Piccolo mondo antico, Malombra, Fuga in Francia, La provinciale), se tiene en España un conocimiento fragmentario y guadiánico. Enviado especial de "Il Corriere della Sera" al Mundial 82, cuando contaba 76 años, algunas de sus obras fueron traducidas al castellano por entonces y en años posteriores (La esposa americana, Nuevos relatos del brigada, El arquitecto, El paseo de Gracia). Después, el silencio.

Hasta que una pequeña editorial de nuevo cuño, La fuga, publicó en 2014 su relato más celebrado, La chaqueta verde, que, como La ventana, vio la primera luz en el volumen Una cena con el comendador (1950). Soldati, calificado por algunos de sus contemporáneos como el más anglosajón de los narradores italianos, alcanzó renombre como realizador y fue una figura que marcó las primeras décadas de la televisión italiana. Sin embargo, su doble fidelidad a la página impresa y al celuloide diluyó el reconocimiento que merecen unas narraciones que en su día le valieron todos los grandes premios de Italia.

Pero volvamos a La ventana. Al cuadro y a la novela. Al reconocer en el lienzo la vista de patios y edificios que tenía desde su propia habitación, se apodera de Twinkle el convencimiento de que el pintor, su antiguo amante, ha seguido con vida durante las dos décadas transcurridas desde su misteriosa huida. Y se zambulle en su búsqueda, arrastrando con ella a su amigo italiano. Las pesquisas interrumpen, claro, la placidez que el protagonista auguraba a su reencuentro con Londres. No sólo porque, dada la propensión a la mala vida del pintor esfumado, pongan al italiano en contacto con lo que Natalia Ginzburg califica en el prólogo como "reino de las sombras", sino porque, además, le desatan los fantasmas de los celos, ponen a prueba su amistad y hasta le hacen concebir esperanzas dadas por muertas tiempo atrás.

En paralelo, la chispeante Twinkle, a merced de una investigación que lo mismo aviva que apaga su seguridad en el reencuentro, se devora a sí misma. Y a través de las informaciones que, sobre lo ocurrido veinte años atrás y sobre la personalidad del misterioso pintor, va facilitando a su compañero de merodeos desvela todos los estragos que la pasión amorosa ha desatado y desata en su entendimiento.

Soldati es narrador de estilo claro, sencillo, nunca desmayado, sin marca alguna de esfuerzo o de desesperada lucha en pos de la palabra exacta. Se diría que el "mot juste" acude a su pluma sin dificultad. Curtido en la escritura de guiones y apasionado del suspense, de las tramas extrañas y de la ironía, sabe cómo desgranar con soltura rasgos de personajes y nudos del misterio hasta depositar al lector en el desenlace. Sin más sobresaltos que los justos exigidos por la intriga.

Entre tanto, habrá ido levantando ante sus ojos, casi en sordina, una interpretación del amor y de la amistad en la que sobresalen, junto a la generosidad del amigo, a menudo puesta a prueba, las sucesivas lecturas erróneas que la amante desesperada hace de los acontecimientos para convertirlos en el fuego que alimenta su esperanza.

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