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Los fracasos del hombre con sueños

El hombre sin talento acerca a Yoshiharu Tsuge, un mito raro del manga

"Al final, me he convertido en vendedor de piedras. No me quedaba alternativa. Lo he intentado en el mundo del manga, con cámaras de segunda mano, las antigüedades pero he fracasado en todo, sin excepción". El comienzo de El hombre sin talento tiene mucho de la vida de Yoshiharu Tsuge (Tokio, Japón, 1937). El "talento" del título es la capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación y "fracasado", la palabra clave del texto inicial. Ya puede un lector entrar en las 200 páginas de humillación y patetismo preparado al uso oriental. No se recomienda la lectura a todos los públicos ni en días grises. Compruebe las interacciones con algunos medicamentos.

Vender piedras no es una metáfora. El suiseki es una piedra que recuerda un paisaje, "una piedra perfecta que encierra dentro de sí una montaña, nos enseña el valle, sugiere el viento y las nubes, nos revela el universo". Tumbado en un pedrero bajo un toldo, el protagonista, no muy ducho en suiseki, intenta vender piedras cuando nadie las compra. Ignora que lo que queda de ese mercado es una estafa en el último eslabón de la miseria comercial y moral y también que las piedras que menos interesan son las que encuentra en el curso medio del río Tama.

Mientras está fracasando como vendedor de piedras y proyectando explotar un viejo embarcadero, escucha cómo su mujer, a la que nunca ha podido comprar una falda, le recuerda que fracasó como vendedor de antigüedades y de cámaras fotográficas de segunda mano. Pero el hombre sin talento y con sueños pregunta por las posibilidades de negocio a un mísero librero de viejo y comparte nostalgias con un vendedor de pájaros que no acepta comerciar con las solicitadas aves foráneas de alegre colorido y trafica clandestinamente con aves japonesas pardas y difíciles de cuidar que nadie quiere.

Hay una lectura económica de El hombre sin talento, publicado en 1985, que tiene que ver con la realidad social de una parte de la sociedad japoneses que no supo adaptarse al capitalismo de la posguerra mundial. Para el lector actual tiene el beneficio marginal de servir de antídoto a la roñosa y naïf literatura del alegre emprendimiento y del aprendizaje del fracaso que oculta la devastación que deja detrás.

Pero hay algo más en este tristón tratado del fracaso rematado en el gag amargo del hombre con sueños y sin talento que es incapaz de reconocerse en la experiencia de sus iguales. Ese algo más son los kilos de carne propia que ha puesto Tsuge, en 1985 un autor de manga de culto que 20 años antes abandonó el cómic comercial para iniciar una obra personal. Cuando publica El hombre sin talento Tsuge tiene una mujer y un hijo pequeño y los tres conocen la pobreza. Su mujer, con la que mantiene una relación dura, es una actriz a la que conoció en tiempos mejores y ahora trabaja en el velódromo de Ôtsuka, como la esposa del manga. Tsuge ha vendido libros de segunda mano y arreglado cámaras viejas hasta que la crisis de 1982 terminó con su negocio.

De la autobiografía excluye datos importantes como su crisis psicológica muy grave a los 31 años y su internamiento en un psiquiátrico a los 43, donde desechó suicidarse pero salió acariciando el deseo de desaparecer como ermitaño o vagabundo. El genio de Tsuge es placado por su falta de talento porque no puede ser regular en la publicación, algo que un profesional no puede permitirse en una industria tan bulímica como la edición de manga. Puede trabajar muy intensamente -y ni en sus crisis es capaz de dejar de hacerlo del todo - pero no asegurar las entregas. Este mismo libro, hecho sin plan preestablecido, interpola relatos como "El maestro de los pájaros" y "Esfumarse" que comparten el tema y el tono pero tienen más de diez años que el relato conductor.

El hombre sin talento sigue fuera del libro, en la vida de Tsuge. Su esposa y su madre murieron en 1999. El niño triste del manga representa su infancia pero su hijo sufrió graves problemas psicológicos. Es un autor de culto, reconocido por sus aportaciones al manga, calificado como el "Robert Crumb" japonés y adaptado a la pantalla ("El hombre sin talento", película de 1991) pero en 1987 publicó el manga Despedida y no ha vuelto a dibujar.

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