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No hay cuarta

A pesar de los pesares, las reflexiones de Aurelio Arteta sobre la senectud

No hay cuarta

Avanzadas las páginas de esta magnífica colección de razonamientos breves sobre la senectud y sus miserias y sus pocas alegrías (aunque harto potentes), aparece una cita de Fernando Savater: "Y, con todo, ¿saben qué es lo indudablemente peor de la tercera edad? Que no hay cuarta". Bien, así son las cosas. Así que, instalado cada cual en ese tiempo incierto de pertenecer a los jóvenes de los mayores, ¿qué se nos viene encima?, ¿qué se puede aún hacer de lo que queda por hacer?, ¿ahora que "veteranos / ya le dimos alcance a la verdad / el océano es por fin el océano / pero la muerte empieza a ser / la nuestra", como escribía Benedetti, es el momento de abandonarse, de proseguir, de echar cuentas (morales)? Claro que ya teníamos libros de quienes pasaron antes el mismo trago (ay, Séneca) explicándonos cómo va el asunto. Claro que ya tenemos libros de quienes se forran a base de autoayudarnos explicándonos que alegría, que pensamiento positivo, que sexo a los 90. Y en esto llegó Aurelio Arteta.

En su blog se describe: "Mayorcito, de 1945. Por origen local y afición personal, confieso que me sería aplicable aquel absurdo de pertenecer al 'pensamiento navarro'. Imparto clases de Filosofía Política y Teoría de la Democracia en la Facultad de Filosofía de San Sebastián (Universidad del País Vasco)". De Arteta no sé si admirar más sus tratados sobre moral o sus Tantos tontos tópicos y Si todos los dicen? Más tontos tópicos o su decidida campaña contra la estupidez idiomática del archisilabismo, esa elongación de las palabras a lo tonto, para no decir nada pero diciéndolo más largo. Al leer a este hombre siempre me adviene la estupenda sensación de que antes de escribirlo ha pensado lo que escribe, lo que ya resulta prodigioso en esta apoteosis de la ocurrencia vacua que vivimos una vez más. Comenzó a teclear estas reflexiones sobre la vejez cuando ya se avecinaba su jubilación y sin otro propósito que dar fe, aunque "lo malo de los pensamiento tristes no es que afloren (?), tienden a permanecer cuando dejas constancia escrita de ellos. Entonces ya no puedes olvidarlos o disimular su contenido: ahí están, negro sobre blanco. (?) ¿A quién podrán servir?, ¿quién los va a apreciar? En realidad, su primer destinatario es uno mismo. ¿Y qué quieres decirte con ellos? Te dices: éste soy yo mientras puedo pensarlo, antes de mi nada lejana evaluación". De modo que, jóvenes y viejos, pueden seguir la línea de pensamiento de Arteta, bien cuando cita con gracia a Fernando Aramburu ("Se mire por donde se mire, la muerte es una pérdida de tiempo"), bien cuando recuerda la advertencia de Edith Wharton ("Es el hábito de tener hábitos lo que una debe combatir incesantemente si quiere continuar viva"), bien cuando comenta y refuta a Luis Landero: "Desear en vano, desde luego, nos inunda de tristeza, pero mucho más triste todavía sería acabar no deseando. (?) El existir del hombre tiene que llenarse de previsiones que trasciendan el fatigoso seguir perdurando propio de animales y cosas. Para el ser humano, aunque apenas se atreva a declararlo y hasta vocee lo contrario, el 'ir tirando' de la desnuda existencia apenas vale como humano". Y, sobre todo, cuando no cita, cuando distingue los dos tipos de ancianos, cuando hace brillar lo palmario ("¿No es cierto que todos sin excepción deseamos una larga vida, pero sin llegar a viejos?"), cuando reparte culpas ("la de quienes con sus mezquinos asuntos han ocupado más que otros un gran trozo de mi vida. Nunca será tarde para arrepentirme de mi propia estupidez por haberme dejado invadir. (?) La propia responsabilidad por haber colonizado a mi vez en cuantía variable -pero siempre excesiva- los días, los pensamientos y la conducta de los más cercanos. Que me perdonen, si pueden"). O cuando formula su ecuación: "Vivir = desear = esperar". Lo malo de Arteta es que siempre suscribo lo que dice.

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