Siempre vuelve Luis Acosta a exponer en Asturias, que durante largo tiempo fuera para él tierra de adopción, incluso artística puesto que su pintura fue considerada parte de la creación regional en aquel entonces. Creativamente muy inquieto, siempre se caracterizó por incorporar a su obra recursos y planteamientos de distintas tendencias, aunque sometidos a su personal manera que nunca cesó de buscar nuevas vías expresivas, lo que dio lugar a una pintura muy proteica, cambiante de formas, aunque con el común denominador de mantener equilibradas relaciones entre la condición geométrico-constructiva y la lírico-orgánica, y lo mismo se puede decir de la abstracción y la figuración. Ese ha sido el perfil de su pasado, de una trayectoria en la que vino agrupando sus pinturas en series: Portones es todavía la más recordada en Asturias y luego Barcas, en los años 80, aunque pronto esas series pasaron a ser en gran medida tributarias de la influencia arquitectónica. De hecho Formas arquitectónicas se llamó una serie en los años 80 y luego, Arcos, Ventanas, Arquitecturas húmedas, cromáticas, de ausencias, Perlora... Paralelamente , y aún en este dominio, Acosta realizó en abundancia obras de composición dinámica, fluyentes, de abstracción gestual y numerosas incidencias pictóricas, trazos, manchas, caligrafías. Series también: Trayectos, Flores.
Pero en un momento se produjo una novedad especialmente significativa en su pintura, por el tiempo de su serie Paisaje urbano, y fue la introducción en la obra de estructuras geométricas de trama reticular y naturaleza dibujística. A partir de la serie Mapas y Construcciones (2006-2008) fue adoptando un estilo con el que configurar una estética de regusto clasicista e incuestionablemente autónoma. En las primeras creaciones representaba edificios emblemáticos, especialmente de la arquitectura racionalista europea, luego museos, monumentos, catedrales, fueron tomando presencia a partir del dibujo reticular, estructuras de exquisita precisión y rigor descriptivo, al principio envueltas o subrayadas por amplios trazos de vivos colores de pincelada expresiva o salpicados por pequeñas formas o goteos cromáticos. Y, en una dualidad característica del artista, coincidiendo con pinturas de mapas, banderas, señas de identidad de un universo mundo que le gusta recorrer y evocar.
Sucede ahora, y con ahora quiero decir la presente exposición, que en la pintura de Luis Acosta la agitación multicolor se serena y casi siempre desaparece, para dejar en mayor desnudez, serenidad y silencio, la presencia impactante de los motivos arquitectónicos, construidos con el entramado de muy interesantes geometrías simples organizadas en repetición serial. Un código plástico que en cierto modo se puede relacionar con el minimalismo en su condición de serialidad, sobriedad y elegancia, la monocromía y la estructura de formas modulares. Curiosamente, en la estricta fidelidad al motivo no hay frialdad ni distanciamiento, por el contrario se desprende de las pinturas una dimensión de misteriosa intemporalidad y una intrigante tensión en la contemplación. Y lo que es bueno para un artista: al ver estos cuadros no pensamos, ni importa, lo que representan, sean las casas colgadas de Cuenca, el río Piles, la casa de El Greco, la catedral de Segovia o un monumento en Jordania o Grecia, lo que vemos, lo que sentimos, lo que nos atrae, es la personalidad del estilo que los ha creado.