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Mirar afuera

Un mundo chocante y ambiguo

El inquietante país del absurdo y el turbulento interior de su creador, Charles Dodgson

En este año que termina se han cumplido 150 años de la publicación de Alicia en el País de las Maravillas. Con motivo de este aniversario, el London Review of Books incluyó una exhaustiva reseña en su número del pasado julio, a cargo de Matthew Bevis, profesor de la Universidad de Oxford, quien repasa dos biografías y una colección de cartas de Lewis Carroll, seudónimo que empleó para sus enigmáticas obras de ficción Charles Dodgson, profesor de matemáticas de esa misma prestigiosa universidad británica. Los admiradores de Carroll cuentan ahora además con ediciones especiales en inglés para desentrañar los entresijos de Alicia.

En su brillante artículo, Bevis recorre no solo los temas principales de los dos libros de Alicia, cuyos juegos con el lenguaje suponen un verdadero quebradero de cabeza para sus traductores a otras lenguas, sino también los aspectos más importantes de la vida de Carroll, cuya indagación rigurosa en las ciencias exactas le hacía entusiasmarse con aquellos que planteaban preguntas difíciles. En su afán por poner el mundo, la lógica y el lenguaje "patas arriba", Carroll -describe acertadamente Bevis- invita a los lectores de Alicia a preguntarse si la astucia y seguridad que muestran los diversos profesores que aparecen en esos libros no serán sino una cortina de humo para ocultar la incertidumbre que sienten respecto a lo que verdaderamente saben.

Uno de los libros reseñados es The Selected Letters of Lewis Carroll [Cartas escogidas de Lewis Carroll], editado por Morton Cohen (Palgrave, 2015), que recoge la opinión manifestada por el escritor de que "algo no es imposible simplemente porque sea inconceible. El raciocinio humano tiene unos límites muy definidos". Justamente, como apunta Bevis, su gusto por los infinitos que se hallan entre los números enteros se puede observar también en el País de las Maravillas.

A Carroll le divertía llevar una doble vida, y Alicia se muestra tan entusiasmada como asustada con la idea de que las identidades, como las historias, son improvisaciones. "¿Quién diablos soy? ¡Ah, ese es precisamente el principal acertijo!" Para Bevis, esa pregunta nos proporciona, sin querer, una pista para desentrañar qué son exactamente estos libros: narrativas de búsqueda, con la identidad como objeto a encontrar. Un instante después de formular aquella pregunta desde las profundidades de la madriguera, el tono de Alice cambia: "¿Entonces quién soy? Dime eso primero y, si me gusta ser esa persona, subiré; si no, me quedaré aquí abajo." Ahí plantea el acertijo y no parece importarle que no tenga solución: no saber quién es le permite inventarse a sí misma a medida que la historia avanza.

Las preguntas generan búsquedas y, a menudo en Carroll, explica Bevis en su artículo, el objeto de búsqueda se convierte en un pretexto para que el sujeto que busca anhele la aventura. Cuando el Gato de Cheshire le pregunta a Alicia adónde le gustaría llegar, la niña contesta: "No me importa mucho dónde, con tal de llegar a algún lado." Bevis relaciona esto con algo que el escritor escribió en otra de sus cartas, afirmando que era muy difícil asegurarse "incluso la más mínima felicidad" (y añadiendo que cuanto más nos esforzamos, más certeza tenemos de fracasar); pero estas dificultades generan una peculiar clase de esperanza en los libros de Alicia pues, al sabotear nuestra propia satisfacción, conseguimos mantener el interés de las cosas.

El continuo coqueteo con la realización de los deseos da lugar a historias en las que todo puede ocurrir, aunque la extraña fuerza de estos libros procede de la impresión de que las cosas no habrían podido ser de otro modo, en opinión de Bevis. El articulista explica acertadamente que, aunque Alicia se ve importunada por su sueño, también ella es su constructora. Es como si su inconsciente participara tanto en la conspiración como en el contraespionaje. Ella sueña para meterse en problemas, y se mete en problemas para salir de ellos, y así poder verse en nuevas dificultades.

En su diario de 1855 Carrol dejó escrita esta confidencia que nos recuerda Bevis: "Hay, en verdad lo creo, una sensación de dolor en la realización de nuestros mayores placeres, al saber ya que pronto pasarán; preferiríamos prolongar la anticipación posponiéndolos." Cuando el Sombrerero le dice a Alicia que puede hacer que el Tiempo acelere para así saltarse las clases del día y pasar directamente a la comida, esto no es del todo una buena noticia: "Sería estupendo, sí-dijo la niña pensativa-. Pero, ¿sabes?, entonces no tendría bastante hambre para desear que llegara esa hora." Alicia se vuelve experta en buscar modos de permanecer hambrienta. Carroll contuvo sus propios instintos. Por ello, apunta Bevis, sus obras del absurdo tratan, entre otras cosas, de los anhelos, de desear algo más -o distinto- de lo que se nos ofrece. Y reiteró que sus libros no incluían enseñanza religiosa alguna; "de hecho, no enseñan nada en absoluto."

Bevis cita a uno de los mejores editores de Alicia, Hugh Haughton, quien plantea que el absurdo permitía a Carroll explorar y a la vez desviar su atención del peligroso mundo de sus propios sentimientos. Carroll narró por primera vez la historia de Alicia en 1862, mientras remaba en una barca en la que Alice Liddle hacía de timonel. La ambigüedad respecto a su relación con esta niña real es algo que ha inquietado desde siempre a los admiradores del escritor. A menudo, las preocupadas madres de las niñas con las que había entablado amistad le preguntaban cuáles eran sus intenciones. El escritor había observado que "somos seres de motivaciones muy diversas", y le gustaba señalar que no sabía muy bien qué quería decir con sus obras del absurdo, cuyas ideas, decía, parecían salir solas.

Nadie está libre de culpa en el País de las Maravillas. En un escrito muy posterior, Carroll, observa Bevis, se refirió al "inocente júbilo" de la infancia, pero el término "inocente" nunca aparece en sus libros de Alicia. Mientras, la amenaza del castigo está por todas partes: así, como nos recuerda Bevis, A través del espejo comienza con una Alicia que está juntando castigos para su gato. Su narrativa del absurdo, por tanto, no trata solo de los anhelos sino también de la culpa.

Una de las nuevas biografías que Bevis reseña en su extenso artículo, Lewis Carroll: the Man and his Circle [Lewis Carroll: el hombre y su círculo], de Edward Wakeling (Tauris, 2014), pasa por alto algunos hechos y opiniones del momento relativos al autor. Por ejemplo, no menciona la ruptura de relaciones entre el escritor y la familia Liddle, aunque sí señala que algunas páginas de los diarios de Carroll fueron destruidas. Bevis, en cambio, nos cuenta que la madre de Alice Liddle habló con el escritor cuando su actitud hacia la niña, al crecer esta, se volvió excesivamente afectuosa, lo cual ofendió a Carroll, quien dejó de visitarles; o la agónica confesión del autor en sus diarios respecto a sus "pensamientos pecaminosos". Al contrario que la de Wakeling, la biografía de Morton Cohen, Lewis Carroll (Macmillan, 2015), reeditada para este aniversario y también reseñada por Bevis, no evade estas cuestiones espinosas, apuntando que las desviadas energías sexuales del escritor conformaban su obra creativa, y que su vida y escritos a menudo quedaban ensombrecidos por cosas que él mismo no podía contar. Cohen, nos informa Bevis, da buena cuenta de la turbulencia que se escondía bajo la superficie. El Carroll de Wakeling, en cambio, es una figura mucho menos en conflicto.

La expresión favorita de Alicia es "hagamos como si", y le encanta detectar y desenmascarar el disimulo en los demás. Bevis señala que la niña a menudo tiene la impresión de que el orden puede convertirse en una forma de violencia incluso aunque ofrezca protección frente a esta. Por eso podemos pensar, señala el profesor de Oxford, que los libros de Alicia contienen una sátira hacia las cosas que ellos mismos presentan como inevitables; y ahí se encuentra uno de los mayores encantos del estilo de Carroll, que Bevis describe como una serie de protestas atribuladas e irónicas que consiguen no transmitir ni demasiado abatimiento ni excesiva astucia.

Bevis concluye su interesantísimo artículo con una cita significativa: Alicia le dice al Gato de Cheshire que no quiere relacionarse con gente que está loca, a lo que el felino responde que no puede evitarlo pues todo el mundo lo está en el País de las Maravillas: "¿Cómo sabes que estoy loca?-le pregunta la niña. -Debes de estarlo- contesta el gato-. O no habrías venido aquí."

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