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Fenomenología de la lectura

Qué vemos cuando leemos, el fascinante libro objeto del diseñador de portadas Peter Mendelsund

He aquí una obra fascinante. Mezcla de experimento gestaltista, tratado de las pasiones, manual de arte y memorias profesionales, Qué vemos cuando leemos, del diseñador Peter Mendelsund, uno de los más célebres creadores de portadas de la industria editorial norteamericana, es un espléndido y muy bello libro-objeto que hará las delicias de especialistas y profanos entre los 10 y los 100 años.

La premisa que motiva el trabajo de Mendelsund es sencilla y a la vez complejísima, pues atiende a más de veinte siglos de teoría literaria. Cuando leemos, ¿dónde empieza el acto creativo del escritor y dónde comienza la aportación del lector? ¿Es la lectura un acto colectivo o, al contrario, se reduce a una experiencia personal? Cuando un novelista escribe una palabra, por ejemplo "río", ¿no procede a liberar un capital de experiencias acumuladas en el ánimo del lector, hasta el punto de que cada río en que éste se ha bañado, cada río que ha visto o vadeado, cada río que ha navegado o fotografiado afluye como por ensalmo ante la mención en la página escrita? Desde esa óptica, ¿es posible sostener que la escritura es una actividad por definición reticente, en cierto sentido enigmática, o más bien amamos los libros por el hecho de que facultan la democratización de la experiencia, de todas las experiencias?

Para ilustrar estas y otras cuestiones, Mendelsund propone un feliz experimento. Leída Ana Karenina, ¿alguien podría garantizar que Tolstói haya descrito a su heroína? Sea la respuesta positiva o negativa, ¿cuántas mujeres llamadas Ana Karenina existen en la imaginación de los lectores? ¿Es Ana rubia o morena? ¿Luce un suave vello sobre el labio superior? ¿Qué forma poseen su manos? ¿Y sus orejas? ¿Son delicadas? ¿Groseras? ¿Qué vemos cuando leemos el nombre de Vronsky? ¿Qué vemos cuando leemos el nombre de Levin?

Otra prueba. Cualquier lector educado recuerda el comienzo de Moby Dick, quizá el más hermoso de la historia de la literatura, pero ¿explicó Melville alguna vez el aspecto de su narrador? Por otra parte, ¿cuántos lectores de Moby Dick consideran que Ismael tiene el rostro de Richard Basehart, el actor que lo encarnó en la película homónima de John Huston? Así pues, parece insinuar Mendelsund, la lectura es una mediación entre memoria e imaginación, experiencia y pensamiento, una ausencia presente o una presencia ausente, una relación que se mueve en diversos planos (el mundo real de los fenómenos; el mundo verosímil de las ficciones) de modo simultáneo y provechoso, fecundando aquél con éste, alimentando éste con aquél.

El lector comparece como factor decisivo en esta dialéctica. Porque si el escritor es, por antonomasia, el intérprete del ruido bruto del mundo, aquel capaz de destilar el sonido más puro de todo ese estruendo que lo circunda, el lector se insinúa, a través de esta fascinante fenomenología de la percepción, como la pieza que completa con su propia música la música del texto, elevando las narraciones a la categoría de partituras de su propia experiencia.

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