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ARTE

Pintura que mira al mar

Encuentros, diálogos y vinculaciones plásticas entre seis artistas asturianos con la mar de fondo

Pintura que mira al mar

Gijón mira siempre al mar. ¿a qué otra cosa más hermosa y más gozosa podría mirar si no?, teniendo además el mar tan intensamente presente, tan cercano, tan a la vuelta de la esquina, si no siempre a la vista sí en el olor y el viento? Con el título de "Mirando al mar" se puede ver estos días una exposición en la galería Bruno Trelles que aunque precisamente por llamarse así, estar integrada por pinturas en pequeño formato y coincidir con las fechas navideñas, alguien podría pensar que se trata de una más de las rutinarias y tópicas "colectivas de Navidad" que siguen reiterándose en las salas de arte, aunque en menor medida que en el pasado. No es este el caso porque si bien los cuadros son pequeños (no comentan la atrocidad de llamarlos "minicuadros"), porque también lo es la galería y hasta la calle que lleva el entrañable nombre de Cura Sama, tienen mucha buena pintura que ver, han sido pintados en su mayoría para esta muestra, lo que raramente sucede, y además son de la mano de algunos de los mejores pintores asturianos.

Establecido el motivo, bien podríamos encontrar vínculos por afinidades plásticas y por parejas. Por ejemplo, empezando por Maite Centol, representada por buen número de piezas, casi una muestra individual, aunque nos centraremos en la que figura en el catálogo, y Vicente Pastor. ¿Qué les relaciona?, el planteamiento de una abstracción con códigos de significación, una abstracción redefinida, adjetivada, que adquiere un compromiso figurativo. La geometría a menudo humanizada de Maite acentúa su manualidad expresiva en los ondulados ritmos lineales y en las bandas cromáticas, que en complicidad con el color evocan sugerencias de mar y playa. En cuanto a Vicente Pastor, su gusto por las texturas y la elementalidad de la forma, hace de la geometría informal geografía física; con solo dos colores los límites de mar y tierra marcan territorios de expresiva planitud cartográfica.

Otra pareja, en este caso también de hecho como se sabe, es la de Melquíades Álvarez y Reyes Díaz, abriendo la montaña de forma parecida a la contemplación del mar. Melquíades mediante el recurso plástico de recortes y ahuecados en la madera tallada, que viene realizando últimamente y con el que logra perfiles de inquietante y poderoso realismo, y Reyes con el mágico encantamiento de la aparición del mar como una uve en la que los veleros navegan entre las montañas sobre las que pinta diversidad de motivos de su personal y sugestivo lirismo de resonancias roussonianas.

Finalmente, Paco Fernández y Miguel Galano. El primero el artista que nos ha dejado más bellas sugerencias del mar consiguiendo que solo 9el color y la luz lleven en sí mismos la entera significación del motivo, traduciendo en acordes cromáticos de plástica musicalidad sus datos objetivos. En cuanto a Galano, nos trae con su romanticismo del Norte la evocación, en muy pequeños espacios de superficie pictórica, el frío amanecer de la mar alta grisazulada, por la que navegan diminutas embarcaciones de pesca como puntos en el horizonte con toda la intensidad expresiva de que es capaz la delicada esencialidad de su pintura. "Tan a os chipiróis" titula, y se imaginará degustándolos en "La Corriquera".

Otros dos cuadros completan la exposición. Uno de Piñole y otro de Vargas-Machuca. Son versos sueltos, meros acompañantes.

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