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Viajar, vivir, leer

Perder ciudades, del heterodoxo Hilario J. Rodríguez lleva a Rusia, a África y a la memoria

Viajar, vivir, leer

Pocos escritores tan heterodoxos como Hilario J. Rodríguez. Profesor, crítico de cine, cronista y novelista, basta leer alguno de sus libros, reseñas o artículos para darse cuenta de su capacidad para tocar diversos géneros personalizándolos -generalmente al introducirse en el relato- unas veces siguiendo las experimentaciones y recursos propios de la autoficción -un ejemplo sería su novela Construyendo Babel-, y otras, sencillamente, hilvanando vida y literatura en un todo inextricable, puesto que el pensamiento forma parte de la vida y las ideas son inseparables de la experiencia. Leer a Hilario J. Rodríguez es pasar también por muchos de los libros que ha leído y por algunas de las películas que ha visto; es asomarse a los autores que le interesan y a los cineastas que le apasionan.

Enérgico, contundente y reflexivo, su manera de escribir es su manera de estar en el mundo. En Perder ciudades recoge dos viajes muy distintos: uno a Rusia, a África el otro. Uno en compañía de su madre, el otro de su hijo. Uno va hacia atrás, hacia la memoria familiar y la historia; el otro hacia delante, proyectándose desde un cuestionado presente a un futuro inestable.

"Promesas del Este", se titula la parte en que el autor viaja a Rusia en compañía de su madre para visitar, entre otras muchas casas-museo de escritores, las de Lev Tolstói y Antón Chéjov. Comparando la trayectoria vital y la evolución de la obra de estos dos autores va desgranando su propio viaje para dejarnos escondido en el relato, como si se tratara de una de esas cartografías imaginarias que tanto gustan a Alberto Manguel, una olvidada historia familiar, la triste historia de su tío abuelo Luis Bazal Rodríguez y de Palmira, su mujer: "Reclutados en Francia por los soviéticos para luchar a su lado en la Guerra Civil después de que hubiesen conseguido salir de España in extremis, cuando a él lo fueron a buscar a su casa en Verín (Ourense) unos falangistas con intenciones de matarlo y a ella la violase el mismo grupo, de siete muchachos de entre quince y veintitantos años, al no dar con él".

Luis Bazal, maestro y escritor, dejó unas memorias sobre la contienda y en los últimos años se ha rescatado su figura en Galicia con el libro Memoria e fuga dun mestre anarquista galego, pese que había nacido en Cerecinos de Campos, Zamora. Y estas memorias le sirven a Hilario J. Rodríguez para establecer una acertada comparación con Buenaventura Durruti, anarquista como Bazal y un símbolo. Mientras "los símbolos no son personas, no son humanos, no somos nosotros, no tienen piel ni sentimientos, tienen ideales", Luis Bazal, en cambio, escritor segundón, "ya no es nadie pese a todos sus libros".

En cuanto a su original viaje por Gambia y Senegal, me quedo con la claridad de un nativo, que nos proporciona un punto de vista diferente: "¿Por qué la lluvia cae de arriba abajo y no de abajo arriba? Es sencillo: porque en el cielo no existen tierras que arar ni elefantes que necesiten aliviar su sed. En el cielo solo es necesario el viento para que cuando el maíz esté listo sus hojas te avisen chocando unas con otras".

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