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Tinta fresca

El miedo interior

Javier Ors empezó a dejar rastros de su talento con Los años asesinos, una cruda historia de un delincuente (memorable creación: El Gato) en una ciudad ruda donde se conjuga a diario el verbo sobrevivir. Como sea. Ors viaja ahora por los territorios del cuento (uno de dos líneas, otro de 18 páginas, los demás directos al grano en espacio corto) en Un tiburón en la piscina, una zambullida en las siempre inquietantes aguas del inconsciente, donde nada el miedo cerca de la incoherencia y con la incertidumbre y el humor al acecho. Locuras en ciernes, carne de trangresión, derivas inesperadas, finales con sorpresa (o no, rebanados cuando menos te lo esperas), desesperación y demonios a la intemperie.

Con estos cuentos, Ors ha abordado "los miedos interiores de las personas. Son esos temores irracionales que tantas veces nos desasosiegan y que la inteligencia y el sentido común no logran dominar. Muchas veces provienen del subconsciente y sus orígenes hunden sus raíces en diversas causas, no siempre muy claras o precisas ni siquiera para aquellos que padecen su castigo. En otras ocasiones nacen de una deuda sin saldar con el pasado, el recuerdo de un acontecimiento que ha dejado una huella profunda en una existencia y que no desaparece hasta que no se afronta y resuelve satisfactoriamente. Otras veces son pequeñas o grandes obsesiones que acechan en las horas más vulnerables o en unas intuiciones, acertadas o equivocadas, que arrastran a los individuos a un torbellino de inquietudes que les impiden conciliar su vida diaria".

Los ha explicado "desde diferentes puntos de vista y a través de argumentos distintos, como una extraña partida de cartas, un arquitecto que tiene miedo a bañarse en la piscina privada de su casa, un hombre que sólo puede dormir con un televisor encendido, un espejo que muestra cómo son en el fondo los individuos que se asoman a su superficie, un libro que conserva los restos de una lengua desaparecida, un anciano que no puede marcharse de su barrio y que acude todos los días a un campo de fútbol para presenciar los partidos de los chavales que se reúnen allí o el robo de un extraño reloj, relacionado con un excéntrico personaje, que tiene una gran virtud, pero, también, encierra un gran peligro". Por sus páginas "asoma la guerra, la juventud, la muerte y el arte, que ha dado pie a varias historias que repasan las fingidas posturas y los convencionalismos que muchas veces se adoptan frente a los artistas consagrados. Algo que resulta muy evidente en los comentarios irónicos de un gran marchante, que, en el fondo, mantiene una relación muy tensa con la pintura, la escultura y los creadores que se dedican a estas disciplinas, o de un hipotético Van Gogh que ha superado las heridas de su muerte y que se enfrenta, de nuevo, a la falta de entendimiento de su familia y el ambiente que le rodea". También ha intentado "adentrarme en los poliédricos sentimientos humanos, sus incongruencias y contradicciones, para intentar comprender nuestras reacciones y comportamientos y entrever, en el fondo, cuál es nuestra naturaleza real".

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