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Tinta fresca | Bloc de notas

El gran Melville

Un mundo infiel, la primera novela de Julián Herbert, describe el crudo presente de una sociedad lastrada por la violencia

Julián Herbert (Acapulco, 1971) es un escritor de gran sonoridad poética. La lectura de sus novelas se mantiene atenta gracias a las descargas verbales, a un lenguaje tan desaforado como el país de donde proviene: el Norte mexicano, narcos, putas y otros personajes al borde del abismo existencial, marcados por la violencia y la cháchara etílica de las cantinas.

Herbert nació en una de las ciudades turísticas más homicidas del planeta y reside en otra, Saltillo, en el estado de Coahuila, donde mantener a salvo el pellejo tampoco debe de resultar fácil dadas las altas estadísticas criminales. Él mismo cuenta cómo por las mañanas, antes de salir de casa para llevar a su hijo al colegio, echa un vistazo a Twitter para ver cuál es la ruta más segura y eludir las balaceras. Así que cuando uno lee Un mundo infiel, la novela que ahora publica Malpaso, se percata enseguida de que todo el horror que desfila por sus páginas no es ajeno a la observación personal del autor que se mueve en los ambientes que describe como si no hubiera salido jamás de ellos.

La crudeza, sin embargo, el tono salvaje que perfuma la escenografía feroz del relato, tiene su contrapunto en la belleza que, de vez en cuando, impregna despojándolo de su piel, y en una banda sonora humorística de fondo que evita en cierto modo que resulte tan atrozmente descarnado. Herbert relativiza así su singular universo literario con cierta complacencia pero no por ello deja de ser el tipo capaz de empezar una novela de esta manera tan familiar, se podría decir, en los ecos del realismo mágico americano: "La noche antes de que un tren le arrancara las piernas a Ernesto de la Cruz y Doc Moses soñara con un venado muerto y Plutarco Almanza tuviera la desgracia de toparse con el hombre de las botas grises, Guzmán se enderezó en la cama con una aureola de vértigo envolviéndole la cabeza". Alguien que escribe cosas como esta merece ser tenido en cuenta y no digo cómo: "Guzmán se quitó los anteojos y los limpió con una servilleta.

-¿Qué le pasó?

-No, si hasta tuvo suerte. El tren nomás le arrancó las piernas.

-Puta, qué horrible. ¿Qué vas a hacer?

-Ya lo alzó una ambulancia. Y mis hombres están buscándole las piernas.

-¿Las piernas? ¿Para qué?

El Mayor pidió otro trago con un gesto autoritario.

-¡Yo qué sé! Alguna orden tenía que darles, ¿no?"

Para identificar a Herbert habría que rebuscar en la palabra hablada de los narradores populares, de los grandes charlatanes beodos de los burdeles, en los personajes encarnados en el cine por el Indio Fernández, o en la literatura coloquial rescatada para el barroco de Daniel Sada, uno de los grandes narradores mexicanos. Sin embargo, él mismo fija su inspiración en las historias que le contaba su madre, una prostituta precoz con dotes de narradora oral de la que asegura ha heredado la pasión por el lenguaje.

Es el lenguaje, efectivamente, el que ilumina a veces de manera deslumbrante el sombrío relato, sobrecogedor, en Un mundo infiel. De igual modo que en Canción de tumba, en cierto sentido su novela autobiográfica, o en los cuentos de Cocaína (manual del usuario), donde Herbert desliza muchos de sus rasgos personales, entre ellos la vieja adicción a la droga.

Otro tipo de adicción permanece ahora reposada sobre las palabras que permiten tejer una escritura áspera y, a la vez, gozosa. Seca y húmeda en la descripción de una sociedad que ha sido abandonada por la clase política corrupta a su suerte, en la que los violentos han roto la convivencia y no se puede vivir en ella sin afrontar el más espantoso de los riesgos. Julián Herbert invita a leer en voz alta, del moso que él escuchaba de boca de su madre las historias que le llevaron a abrazar la narrativa posesivamente. La mejor manera de entender las palabras, parece sugerir, es sintiéndolas desde el primer momento en que se oyen y se pronuncian.

Un mundo infiel, la novela con la que el escritor mexicano se estrenó, es una forma de introducirse en ese universo recuperado de la oralidad que nos devuelve un México atronador y delirante, brutal en su pinche y lacerante realidad.

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