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La música desde dentro

Treinta años de cambio: lo que va de ser una groupie a subirse al escenario

Entre la publicación de I'm with the band (1987), de Pamela Des Barres, y Girl in a band (2015), de Kim Gordon, median casi tres décadas de diferencia y un abismo en el tipo de relación que sus protagonistas establecen con la música. Mientras que el libro de Des Barres supone el periplo de una "groupie" por la escena musical californiana de los años 60, Kim Gordon nos adentra, a través de su experiencia creativa, en los ambientes del arte y la música alternativa del Nueva York de los 80 y los 90. La clave de su diferencia la encontramos ya en los títulos: Pamela Des Barres está "con" la banda y Kim Gordon está "en" la banda. Musa, amante, reposo del guerrero y cuidadora, Des Barres se acercó a la música a través de los roles femeninos más tradicionales y mejor aceptados por el patriarcado musical. Kim Gordon es sólo quince años más joven que Des Barres, pero esto le permitió ser adolescente en plena ebullición de los movimientos feministas de la segunda ola que, con su lema "lo personal es político", pasaron de reclamar los derechos de ciudadanía para las mujeres a cuestionar el sistema mismo que las colocaba en un segundo plano.

Se suele decir que si Janis Joplin hubiera nacido unos años más tarde, quizá no se hubiera autodestruido como lo hizo. La "liberación sexual" del rock de los 60 iba dirigida exclusivamente al disfrute sexual de los hombres, pero no supuso avance alguno para las mujeres. En este contexto, las únicas opciones que les quedaban a las mujeres para entrar en el Olimpo rock era convertirse en "uno de los chicos", como hizo Joplin, o en una groupie, como hizo Des Barres. Kim Gordon, en cambio, tuvo ya la oportunidad de desear y lograr formar parte de la música como creadora. "Antes de coger un bajo, yo era tan solo otra chica más con una fantasía. ¿Cómo sería estar justo debajo del pináculo de la energía, debajo de dos tipos que cruzan sus guitarras, de dos héroes sumidos en el narcisismo y la vinculación afectiva masculina? ¡Qué enfermo! Pero ¿qué otro deseo podría ser más ordinario?". "Ese es el motivo por el que entré en un grupo, para poder integrarme en esa dinámica masculina y poder mirar hacia fuera, en lugar de tener que mirar hacia dentro a través de una ventana cerrada".

El relato de Kim Gordon va más allá de la historia de su banda, Sonic Youth. A través de sus palabras conocemos en primera persona la vida de una mujer música, artista y creadora que, inevitablemente, introduce temas que no son habituales en las biografías de rock, aunque sí lo son en las biografías de mujeres: las dificultades de ser madre de un bebé en el mundo artístico o la necesidad de elegir entre vivir en el lugar adecuado para criar a una hija o en el más conveniente para la propia carrera profesional.

A lo largo de todo el texto aparece la duda entre cómo vivir una identidad que se percibe como contradictoria y que se muestra en la sempiterna pregunta de los periodistas: ¿qué se siente al ser la chica del grupo? En las reflexiones de Gordon al respecto leemos cómo la óptica feminista le permite entender muchas de las dinámicas patriarcales a las que tiene que enfrentarse. "Al fin y al cabo, lo que se espera de las mujeres es que sustenten el mundo, no que lo aniquilen". Este libro no nos da las respuestas pero, al menos, sirve de ejemplo para las que están y las que vendrán.

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