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María Moliner, convertida en ópera

El teatro de la Zarzuela acierta con la apuesta por un título lírico centrado en la figura de la gran lexicógrafa y filóloga española

Cuando el pasado 13 de abril finalizó, con enorme éxito de público, el estreno de la ópera María Moliner, el responsable musical de la velada, el director de orquesta Víctor Pablo Pérez, dejó una reflexión a los allí presentes muy rotunda: "necesitamos títulos como éste que reactiven la lírica nacional". Efectivamente Víctor Pablo, maestro de gran experiencia y fino olfato musical, ponía de nuevo el énfasis en una necesidad de la creación actual: necesitamos óperas que sepan conectar con el público, que tengan la capacidad de ir más allá de un mero ejercicio de autor para poder hacer repertorio y que no todo se quede en un estreno en Madrid, o cualquier otra ciudad, y ahí se apague el enorme esfuerzo colectivo que supone sacar adelante una composición lírica.

María Moliner nace por dos impulsos primigenios, el del director de escena Paco Azorín y el del ya exdirector del teatro de la Zarzuela, Paolo Pinamonti. Con el encargo de trabajar sobre la vida de María Moliner, sobre el inmenso trabajo de la creación de su diccionario, sobre la represión franquista, sobre el "muro" que se levantó para impedir su acceso a la academia, sobre todo ello, se pusieron manos a a la obra el compositor Antoni Parera Fons y la libretista ovetense Lucía Vilanova. Entre ambos han conseguido un enorme fresco dramático, una "ópera documental en dos actos y diez escenas" que sirve para mostrar con desgarro y lirismo el inmenso esfuerzo vital para sacar adelante una obra que discurre a la par que la vida, que se funde con ella de manera indisoluble, el Diccionario de uso del español.

El trabajo dramatúrgico de Vilanova es impecable en la estructuración de la obra, en la mezcla de realidad y fabulación, en el discurso de la realidad tangible que se entrelaza con la imaginación, con los deseos, con el horizonte de una realidad que siempre acaba por frustrar las justas expectativas. Parera construye una partitura poderosa, llena de recovecos, con hermosos claroscuros musicales, que enriquecen al personaje principal y le aportan numerosos matices descriptivos y dramáticos.

En las funciones llevadas a cabo en Madrid ha sido esencial el trabajo musical de Víctor Pablo Pérez, implicado de verdad con la obra, potenciando cada acento lírico, cada recodo punzante y de acerado perfil. A su lado, brilló la dirección de escena de quien ya es uno de los nombres imprescindibles de la escena lírica española, Paco Azorín, capaz de construir un mundo visual fascinante y dotar a los personajes de vida, de ternura, de drama, de un fuego existencial que atrapa. Omnipresente y encabezando el reparto, María José Montiel es una María Moliner impresionante. Emociona el acercamiento al personaje, su capacidad para acercárnoslo con una intensidad absoluta. El resto del elenco se volcó: Destacar a José Julián Frontal a las asturianas María José Suárez y Lola Casariego o a Sandra Ferrández y también la colaboración de lujo prestada por Juan Pons. Entre todos tejieron un resultado magnífico que merece mayor recorrido en nuestros teatros. No puede ser que todo se quede en flor de un día. Proyectos así han de tener recorrido porque no abundan apuestas arriesgadas en nuestras carteleras líricas.

El montaje surge de dos impulsos primigenios, el del director de escena Paco Azorín y el del ya exdirector del teatro Paolo Pinamonti

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