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Freud, los chistes de una vida

La biografía del padre del psicoanálisis, dibujada y glosada por el egregio Ralph Steadman - con afilado humor inglés

Freud escuchando los pensamientos inmorales de una paciente. RALPH STEADMAN / LIBROS DEL ZORRO ROJO

Siendo el inglés Ralph Steadman dibujante y caricato, no es de extrañar que su aproximación a Freud le llegara por la vía del chiste. Recuerda Steadman (1936) que todo empezó al rondarle la idea de ilustrar chistes judíos clásicos. Fue así como descubrió El chiste y su relación con el inconsciente, el volumen de 1905 en el que el padre del psicoanálisis indagó las diferentes técnicas que emplea el cerebro humano para generarlos. Steadman sintió el impulso de plasmar en dibujos algunos de esos mecanismos y, al cabo, descubrió que ese conjunto de ilustraciones eran otras tantas viñetas alusivas a episodios de la vida de Freud. Ya sólo le quedaba seguir desovillando la madeja. El resultado fue el espléndido volumen que ahora edita en castellano Libros del Zorro Rojo.

De Freud (1856-1939), que tuvo el buen gusto de morirse cuando la mayor carnicería del siglo XX estaba aún despegando, se ha escrito tanto que sólo cabe recordar que sin sus geniales intuiciones seguiríamos impulsando como mulas la noria del alma humana en lugar de coger a la psique por los cuernos. Por supuesto, como todo pionero, Freud fue, ha sido y es odiado y adorado, y dio palos de ciego. Tal vez el psicoanálisis degenerara en cruel negocio en manos de desalmados y, sin duda, verbalizar resulta a menudo inútil, cuando no contraproducente. Pero sin el hombre de cuyo nacimiento se conmemoraron 160 años el pasado día 6, sin sus sueños, pulsiones y estratificaciones estaríamos huérfanos y amputados.

En cuanto a Steadman, sus habilidades satíricas le han dado reconocimiento mundial. Su manejo nervioso y alucinado del pincel y la pluma está detrás de miles de ilustraciones que han izado al Parnaso las páginas de cabeceras como The New York Times, Rolling Stone o The Independent. Por sólo citar un hito, su asociación con Hunter S. Thompson es la piedra angular del gonzo. Clásicos del periodismo como "El derby de Kentucky es decadente y depravado", Miedo y asco en Las Vegas o Miedo y asco en la campaña del 72 habrían quedado demediados sin el concurso gráfico de Steadman. Súmenle su faceta como ilustrador de clásicos -Fahrenheit 451, Rebelión en la granja, El diccionario del diablo, La isla del Tesoro o Alicia en el país de las maravillas- y ya se habrán quedado mudos.

En Sigmund Freud, documentado a la par que imaginativo volumen que Steadman encabeza con una recreación del goyesco Sueño de la razón, el jocoso punto de partida es siempre un episodio biográfico al que, cómo no, el dibujante y escritor le aplica luego la libre asociación. Se ofrece así al lector, además de unos dibujos fascinantes, un texto mordaz y enjundioso que permite inscribir la anécdota en alguna de las categorías freudianas del chiste: de unificación, tendencioso, inocente, de doble sentido con alusión o, incluso, de sobrepuja con alusión por omisión. Ahí va una: horrorizada la sociedad vienesa por el contenido de Tres ensayos de teoría sexual le hace el vacío a Freud en las calles. Lejos de achicarse, el neurólogo austriaco murmura para su coleto: "¡Supongo que les recuerdo a algún viejo amigo con el que solían jugar!". O sea, un "chiste tendencioso basado en una figuración por lo emparentado".

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