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Música

Recortar el futuro

Bruselas destruye cuatro décadas de trabajo de la Joven Orquesta de la Unión Europea

La Unión Europea, ese club tan selecto que cada día se cubre de gloria por la creciente falta de solidaridad entre sus miembros y por la gobernanza de una élite política cada vez más alejada de los intereses de la ciudadanía del continente, comienza a demoler, como las termitas, uno de las piezas clave de la integración entre los diferentes países que la integran.

Ahora la guillotina de la Comisión Europea apresta a perpetrar un nuevo asesinato cultural, el de la Joven Orquesta de la Unión Europea, radicada en Londres (vayan ustedes a saber si es una represaria contra el famoso "Brexit") que, a lo largo de cuarenta años ha formado a más de 3.000 jóvenes músicos de todos los países que forman parte de la Unión, en un proyecto ejemplar de convivencia y colaboración que, ni de lejos, se percibe en las sesudas e inoperantes reuniones de nuestros dirigentes.

Muchos de estos jóvenes integran hoy algunas de las mejores orquestas de los estados del club comunitario. Claudio Abbado fundó la agrupación y su espíritu creativo y luchador, de acercar la gran música sin barreras elitistas, es una premisa que marca el trabajo diario de la orquesta. Maestros como Riccardo Muti, entre otros, están levantando su voz contra este atropello. También se han unido los músicos españoles reivindicando el empeño común que supone la orquesta. No se piensen ustedes que la financiación de Bruselas era de las de millones de euros: en los últimos años rondaba los seiscientos mil por ejercicio. Sólo con aplicar un poco de recorte en los billetes business de los políticos y altos cargos comunitarios, ya alcanzaba para mantener la subvención con holgura.

Hay una problema de partida que, sin duda, se agravará con el paso de los años y que en España ya se ve desde hace tiempo. La música sinfónica se está llevando a la marginalidad por parte de las instituciones públicas. Estamos ante uno de los sectores culturales más débiles y necesitados de proyección. Su presencia en los medios de comunicación es anecdótica y de una superficialidad rayana en la estulticia, el mecenazgo privado ha migrado a otros ámbitos precisamente de mayor brillo mediático y los planes educativos, en los que la música apenas existe, están provocando un vacío generacional en las salas de concierto que, a medio plazo, será alarmante. El sinfonismo es uno de los grandes patrimonios de la cultura de la humanidad, una de las expresiones artísticas de mayor entidad. Es un verdadero despropósito que camine de manera lenta pero inexorable hacia la miseria que llevará a la extinción. El cerrojazo a las orquestas, y más aún a las formaciones jóvenes -verdaderas herramientas de futuro- supondrá un fundido en negro que habrá de tener consecuencias en un paisaje cultural que está en el ADN de Europa. Si la propia Unión ataca una de nuestras grandes señas de identidad, aviados estamos. Si nadie lo remedia, a primeros de septiembre la Joven Orquesta de la Unión cerrará sus puertas. Al menos que los responsables de ello queden bien señalados por su desprecio cultural.

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