En los años ochenta del pasado siglo, en el sucederse de la vanguardias artísticas, se produjo una reacción contra la austeridad expresiva propiciada por el minimalismo y el conceptualismo por parte de una nueva generación de pintores necesitados de imágenes o de contenidos narrativos. En algunos lugares se llamó el retorno a la pintura que tuvo diferentes manifestaciones, neofigurativismos o neoexpresionismos por ejemplo. y que, sobre todo en Estados Unidos, dio lugar a un peculiar movimiento conocido como "apropiacionismo". En la modernidad citacionista, cuando el teórico Douglas Crimp aseguraba que detrás de cada imagen, siempre se podía hallar otra imagen, algunos pintores buscaron territorios creativos de otro tiempo, a menudo pinturas emblemáticas de las que "apropiarse" para, a partir de ellas, modificar a su manera formas de representación de significación o de alegoría.
En esta línea de trabajo bien podría incluirse el proyecto pictórico de Jesús Herrera Martínez (Petrel, Alicante, 1976) que en el 2013 obtuvo al beca Alfonso Roig de la Diputación de Valencia para nuevas formas de expresión artística. El pintor se aparta del realismo mimético mediante una personal reflexión e investigación plástica, en su mayor parte destinada a un diálogo y contraste de significaciones entre la idea romántica de lo sublime, encarnada por la obra de Friedrich, y la desolación, la destrucción y las ruinas provocadas por el gran terremoto de 1985 en la ciudad de México.
Elige para ello dos escenarios, dos pinturas que aparecen en postales que pinta como recuerdo a la imagen de Friedrich. Una de ellas, "El naufragio del Nueva Esperanza", obra maestra del romanticismo y según parece eco de una tragedia de la infancia en la que el hermano del artista pereció tratando de rescatarle del hielo, en la que el buque aparece atrapado entre enormes témpanos en un inmenso mar helado donde únicamente asoma la popa semihundida. En su aproximación, con el título de "El naufragio", Jesús Herrera evoca la destrucción del emblemático hotel Regis de México D.F. durante el terremoto, mostrando la parte superior de la estructura con el nombre del hotel, en otro tiempo luminoso, emergiendo también casi totalmente enterrado entre escombros. Impresiona la espectacular semejanza entre las masas compactas de hielo y las de piedra, lo que remite con intensidad a la idea de naufragio, sobreponiéndose el discurso estético, de extraña belleza, a la realidad de la tragedia.
Para la otra aproximación a Friedrich, Herrera elige la que es quizá la obra más reproducida del alemán, el "Caminante ante un mar de nubes", ejemplo de lirismo poético, profundo y melancólico, y pinta "Deriva y catástrofe", situando a su personaje también de espaldas al espectador y con ropaje y actitud parecidas. Pero no contempla en la lejanía los picachos montañosos emergiendo entre las nubes en la inmensidad de la naturaleza sino el desolador espectáculo de marginales barrios de la ciudad destruidos por el terremoto, ruinas entre nubes de humo y polvo, y sin embargo el cuadro invita a la misma reflexión sobre la insignificancia del hombre y su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza. Recuerda el comentario de David d'Angers cuando aseguraba que Friedrich había descubierto la tragedia del paisaje.
En otra pintura "Vista del valle de México", trasunto de una obra de José María Velasco, su intención referencial apropiacionista adquiere otro sentido que le lleva en su reinterpretación a realizar una serie de manipulaciones o guiños pictoricistas, ilusiones espaciales, trampantojos, el cuadro dentro del cuadro, el pintor pintado mientras pinta etc., que personalizan más la figuración en este tipo de pintura análoga. Y la muestra se completa con otra gran tela, "Vista de Sao Paulo", y series de dibujos y acuarelas complementarios de lo expuesto.
