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Elizabeth Taylor: más allá del mundanal ruido

Lirismo y mar de fondo en Una vista del puerto

Elizabeth Taylor: más allá del mundanal ruido

Cuatro años antes de morir, la novelista Elizabeth Taylor (1912-1975) confesó al "London Times que "gracias a Dios había tenido una vida sin incidentes". El día en que murió no había pasado mucho tiempo del nuevo matrimonio de su homónima, la actriz, con Richard Burton. Todavía entonces, algunos hombres se equivocaban de dirección de correo y le pedían por carta una foto en biquini. Cuando su marido haciendo uso de la ironía la animaba a complacerlos, ella, alejada del mundanal ruido, respondía que primero tendría que conseguir uno.

La escritora Elizabeth Taylor llevaba una vida de lo más corriente: de hecho el asunto principal de sus novelas es la existencia diaria plácida de las mujeres de clase media suburbana, dedicadas a la cocina, la limpieza del hogar, la jardinería, el cuidado de los niños y a charlar con los amigos. Sus novelas -como es el caso de Una vista del puerto, que acaba de publicar Gatopardo- están hiladas de manera fragmentada por medio de escenas cotidianas que ocultan el mar de fondo que mueve la narración: acontecimientos y muertes inesperadas imprimen giros, caos y confusión bajo una atmósfera convencional. Abruptamente el silencio cae como una cortina. Si hubiera que buscar un foco de inspiración en su escritura sería E.M. Forster, por encima de las escritores inglesas con las que se la relacionó.

Aunque algunos críticos literarios la consideraron una especie de Virginia Woolf sin el glamour de la autora de Las olas y otros la Jane Austen contemporánea, la observación profunda de las clases medias británicas de sus novelas hacen de Elizabeth Taylor una escritora lo suficientemente singular para no tener que prestarse a las comparaciones. Kingsley Amis, por si a alguien le sirve la opinión de uno de los más grandes autores británicos de mediados del siglo pasado, dijo de ella que era una mejores novelistas de la última centuria.

Una vista del puerto, la tercera de las doce novelas de Taylor, fue publicada en 1947. Se sitúa en una ciudad costera en declive en el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, y, como sugiere el título, se trata de un estudio en perspectiva. Taylor construye una imagen de la localidad a través de las miradas de una docena de sus habitantes. El símbolo es un faro, que girando ilumina los pensamientos de cada uno de los personajes. De nuevo, Virginia Woolf. Por medio de esa luz la escritora lleva a cabo una exploración lírica y aguda de las conciencias de todos ellos. Es el mismo resplandor que deja a la vista sus frustraciones al mismo tiempo que el libro avanza, hasta apagarse. Mientras tanto se deslizan por ese eterno verano que parece presidir algunas de las novelas principales de la autora: el blanco y el verde del océano, el efecto cubista de los edificios del puerto, el cielo azul y el tono albaricoque del yeso que cubre las paredes de las casas. De hecho la novela establece un particular nudo artístico: Bertram, uno de los protagonistas, es un oficial retirado con la esperanza de reemprender una nueva carrera como pintor de marinas y escenas costeras, y Beth una novelista que comparte la escritura con las tareas domésticas, casada con el médico del pueblo. Éste, a su vez, se siente atraído por Tory, una divorciada. Todo en un marco de cotidianidad que disfraza las pasiones personales. Una buena parte de la novela está dedicada a la vida interior de las mujeres que cocinan para otros, sirven bebidas, lavan la ropa y cuidan de sus hijos. Un trasfondo sutil pero persistente del deseo sexual y la frustración subyace en muchas de las páginas de la novela. Taylor escribió Una vista del puerto, mientras estaba criando a dos niños. Los temores de Beth sobre el efecto de las labores domésticas en la escritura parece, en parte, un reflejo de las preocupaciones reales que aquejaron a la propia autora.

El fatalismo que se adueñó de muchas de las escritoras de ese tiempo y también del que precedió impera a lo largo de una narración que no decepcionará a quienes buscan en la literatura el eco narrativo de una atmósfera provinciana inglesa aparentemente plácida de trasfondo singularmente turbulento que abriría paso a formas de expresión que más tarde supo explotar, por ejemplo, el incipiente free cinema.

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